miércoles, 29 de octubre de 2014

Capítulo 6: Escape

INT. / HOSPITAL PSIQUIÁTRICO, HABITACIÓN / DÍA

El efecto de los medicamentos que le han suministrado a Estela, se le están pasando. Se ve despelucada, con la cara sucia y ojerosa. En eso, entra un enfermero con una bandeja. Estela al verlo, se acerca a él gateando al verse privada de sus brazos por la camisa de fuerza.



Estela: Señor, sáqueme de aquí por favor, se lo suplico. Me siento muy mal (Llorando). Tengo que ver a mis hermanitos, por favor. No sé por qué me trajeron para acá. Yo no estoy loca.

Enfermero: Eso dicen todos aquí, así que cierra la boca. Tengo que aplicarte tu medicina (Le sonríe con burla). Te va a dejar en las nubes, ya lo verás.

Estela: ¡Por favor no me haga eso! ¡Yo no estoy loca! (Comienza a alterarse). Míreme, estoy bien cuerda. ¡Yo no estoy loca, por el amor de Dios!

Enfermero (furioso): ¡Cállate! (La patea fuerte). Me vale que estés loca o no, así que deja de gritar antes de que te muela a golpes.

Estela llora asustada. El enfermero prepara la inyección y se inclina para aplicársela a Estela. Justo cuando va a hacerlo, ésta le muerde le mano e inmediatamente le pega una patada en el rostro. La muchacha se levanta del piso con dificultad y sale corriendo del cuarto mirando hacia atrás. En pocos segundos, una intensa alarma comienza a escucharse por todo el hospital, reportando el intento de escape. Cuando Estela dobla por una esquina se encuentra con dos enfermeros, que al verla corren para atraparla. Estela voltea y se encamina por otro pasillo, pero se encuentra con más enfermeros y enfermeras, viéndose acorralada.

Estela (histérica): ¡No, déjenme! ¡No me toquen! (Revolviéndose). ¡Déjenme! ¡Déjenme!

Ella grita desgarrada. Una enfermera le aplica una inyección en el cuello. Entre varios enfermeros, la muchacha es montada sobre una camilla y atada por unas correas de cuero, donde continúa revolviéndose e intentando soltarse. Estela empieza a perder el conocimiento; su vista se torna borrosa al tiempo que es llevada en la camilla por los largos pasillos del hospital psiquiátrico. Llega a una habitación oscura. De la penumbra sale el Doctor Alcaraz, que se acerca a ella.



Doctor Alcaraz: Mala elección Estelita… Por más que lo intentes, de aquí no podrás escapar. Eso no le gustaría para nada a la señora Dos Santos.

Estela (débil): Mi tía… ¿Ella es la culpable de que yo esté aquí? ¿Ella me metió aquí?

El Doctor Alcaraz no dice nada. Estela termina por perder el conocimiento.

INT. / MANSIÓN DOS SANTOS, SALA / DÍA

Carlota y Alexis están sentados en diferentes sofás. Concepción pone sobre una mesa pequeña una bandeja con dos tazas de café, que se ven un poco calientes y acto seguido se retira. Carlota y Alexis toman sus tazas correspondientes y comienzan a platicar.



Carlota: Me siento tan desbastada. Va a ser difícil recuperarme de esto, mis dos sobrinos, muertos en el mismo día… (Se pone solloza). Disculpa.

Alexis: No te preocupes Carlota. Entiendo y como te dije en el cementerio, cuentas con mi apoyo. Todo pasó tan de repente… Tan rápido (Mortificado). Estela encerrada en ese hospital psiquiátrico. Dios mío, no te imaginas lo que sentí cuando la vi privada de lo que pasaba a su alrededor. Me dolió mucho verla en ese estado.

Carlota: La verdad es que aunque nunca me llevé muy bien con Estela, compadezco que ahora viva semejante situación. La pobrecita ni siquiera se imagina que Sebastián también murió, en ese accidente tan absurdo (cínica).

Alexis: Todos los planes que teníamos se fueron al piso. Ya no podrá ser la cantante que aspiraba, no podré seguir educándola, ni tampoco podrá darles la vida que quería para sus hermanos. Qué tragedia (sollozo).

Entre los dos hay un breve momento de silencio, silencio que Alexis decide romper.

Alexis: Carlota, yo… Lo pensé anoche. Casi no pude dormir pensando en que a lo mejor me apresuré a las cosas con Estela, que te hice a un lado y te herí. Créeme que me arrepiento de eso. Ya que Estela recayó en su enfermedad y las esperanzas de que se recupere son pocas, me doy cuenta que cometí un gran error.

Carlota: ¿Eso quiere decir que sí pensabas iniciar una relación con ella?

Alexis: Sí, pero como te digo, con esto que sucedió me doy cuenta que me estaba apresurando a las cosas y dejando a un lado la relación estable que he tenido contigo. Lo de Estela fue una novedad en mi vida. Tal vez quería probar algo diferente, de momento… El caso es que, te pido perdón.

Carlota (sorprendida): ¿Perdón?

Alexis: Sí. Me siento decepcionado con todo esto que ha pasado, pero creo que era necesario para darme cuenta que la mujer que necesito en mi vida eres tú. Entenderé si aún te sientes herida, ofendida conmigo. Te esperaré lo que tenga que esperar.

Carlota se queda en silencio. Alexis toma su taza de café, bebe un sorbo y se levanta del sofá dispuesto a irse, sin embargo, antes de cruzar el umbral, Carlota lo detiene.

Carlota: Espera Alexis.

Alexis se detiene, se voltea y ve como Carlota corre hacia a él. La mujer lo besa varias veces en los labios, de manera desesperada mientras llora.

Carlota: Claro que te perdono mi amor. Yo no puedo vivir sin ti. Tú eres indispensable para mi vida. Yo no puedo vivir sin ver tu rostro (Besándolo), sin sentir tu olor, tus caricias tus besos. Te amo.

Finalmente, Carlota le da un beso con desmedida pasión a Alexis, beso que él corresponde con la misma intensidad. Minutos después, se ve como ambos entran a la habitación, desvistiéndose uno a otro en medio de la oscuridad, con ligereza, pero sutileza. Carlota es quien se muestra más apasionada, sin ocultar la satisfacción que siente con los besos de Alexis por su cuello y a la vez, sin que éste se dé cuenta, sonríe victoriosa al tenerlo donde quería.

INT. / HOSPITAL PSIQUIÁTRICO, PASILLO / AL DÍA SIGUIENTE

Una enfermera dirige a Isabel por los pasillos del hospital. Llegan a la entrada de una habitación. La enfermera saca las llaves y abre la puerta. Isabel pasa a pasos lentos y ve a Estela en una esquina, atada a camisa de fuerza, con los pies encadenados y con un aspecto demacrado.



Isabel no puede evitar derramar un par de lágrimas de lástima al ver el estado de su prima y se acerca a ella, sin embargo Estela no está del todo consciente de sí misma y eso se refleja en su mirada.



Isabel: (inclinándose) Estela… ¿Me reconoces? Soy yo, Isabel.

Estela: ¿Isabel? ¿Viniste a verme? Sácame de aquí, por favor. Me están haciendo mucho daño. Me pegan rete feo, me ponen inyecciones a cada rato, no me dan de comer. Tengo hambre (Llorando).

Isabel rompe en llanto desconsolado, conmovida al escucharla.

Estela: ¿Me vas a sacar?

Isabel: Quisiera hacerlo Estela, pero no puedo. Yo no lo puedo hacer. Perdóname, por favor. Todo esto es mi culpa.

Estela: ¿Por qué lloras? Tú no me has hecho ningún daño (Tiritando de frío). Vamos, ándale… Sácame de este manicomio. Yo no estoy loca, se confundieron. Me da mucho miedo estar encerrada aquí. Veo cosas raras, sombras en la noche, unas risas que me asustan mucho. Sácame.

Isabel: Te lo acabo decir. ¡No puedo! ¡Entiéndelo! Yo sólo vine a informarte de algo muy delicado, antes de irme lejos. Me iré a un convento. Estela… Tienes que saber que Sebastián… (Se detiene).

Estela: ¿Qué pasó con Sebas? ¿Y cómo está Juana? ¿Ella está bien, no? ¿En dónde están? ¿Por qué no han venido a verme, a sacarme de aquí?

Isabel: Estela, los dos están muertos. Juana falleció hace unos días de una sobredosis, recuérdalo. Sebastián te lo dijo justo cuando llegaron los enfermeros por ti.

Estela (alterada): ¡Eso no es verdad! ¡Juana no está muerta! ¡Ella no está muerta, eso no es verdad!

Ella intentando soltarse, pero le es imposible por las pesadas cadenas que maltratan sus pies. Isabel no puede contener el llanto, dolida al ver la situación de Estela.

Isabel: Tienes que escucharme. Yo no te estoy mintiendo. Te digo la verdad. Juana está muerta, al igual que Sebastián. Los dos están muertos. Los enterramos ayer.

Estela: (llorando desgarrada) Mis hermanitos… Ellos no, por favor. ¡Dime que no es verdad Isabel! ¡Dime que no es verdad! (Gritando histérica). Ellos no pueden estar muertos.

Isabel: Ya cumplí con informártelo (Se limpia las lágrimas). Lo siento mucho por ti. Espero que… tengas suerte. La vas a necesitar. Me tengo que ir, por favor cuídate Estela, adiós.

Isabel sale a toda prisa de la habitación, en medio de los desgarradores y suplicantes gritos de Estela.

Estela: ¡Isabel, espérate! ¡No te vayas, por favor! ¡No te vayas! ¡Mis hermanos, mis hermanitos! ¡Aaaaaah!

La muchacha intenta levantarse y salir corriendo, pero las cadenas la hacen caer en repetidas veces. Afuera del hospital psiquiátrico, Isabel sale llorando y se sube a un taxi en los asientos de atrás.

Isabel: Ya nos podemos ir. Lléveme al convento de Saint John, por favor.

El taxi arranca luego de unos segundos.

SEMANAS DESPUÉS
EXT. / PAISAJE / DÍA




Hace un día veraniego sobre Miami, con clima cálido. En medio de un campestre paisaje se está llevando a cabo la boda entre Alexis y Carlota. La pareja de novios aguarda en el altar, recibiendo el casamiento por parte de un notario, frente a cincuentena de personas asistentes al evento entre las que se encuentran Alfredo, Mariana y Marcela. En un momento dado, Alexis y Carlota firman el acta de matrimonio y se besan. Todos los invitados se levantan de las bancas para aplaudirles. Mariana es la única que no aplaude y sale corriendo de allí. Marcela va tras ella. Las muchachas se alejan un poco de todos los demás.



Marcela: ¿Por qué saliste corriendo así de la boda Mariana?

Mariana: (con la voz quebrantada) ¿Y todavía me lo preguntas? El hombre que quiero se está casando con otra mujer. ¿Te das cuenta? ¿Cómo me podía quedar allá? Me siento patética estando en este matrimonio.

Marcela: Tú sabes que te entiendo perfectamente. Después de todo, Carlota Dos Santos tampoco es que me caiga muy bien. Siento que ella no era la mujer indicada para mi hermano, pero él maneja su vida a su manera. Tenemos que entender eso.

Mariana: Eso lo sé. Créeme que lo sé, pero no puedo controlar lo mal que me siento. Yo estaba tan ilusionada con que Alexis finalmente no se casara con esa mujer, pero míralos. Se acaban de desposar. Siento que se me está arrugando todo por dentro (Rompe a llorar desconsolada).

Marcela se acerca a su amiga y la abraza para consolarla. Mariana le corresponde el abrazo.

Marcela: (susurrando) Tienes que ser fuerte. Yo voy a estar contigo apoyándote cómo tú lo hiciste conmigo. Ten en cuenta que te quiero mucho Mariana. Eres una mujer espectacular y estoy segura que vas a encontrar a alguien que pueda corresponder lo que sientes…

Mariana: Gracias Marcela, pero no me va a ser nada fácil olvidarme de Alexis.

Las dos se desprenden del abrazo. Marcela le retira las lágrimas a Mariana del rostro con una delicadeza que deja algo extrañada a ésta última.

Marcela: (sonriéndole) Ya verás que lo vas a superar. Y deja de llorar, se te va a arruinar el maquillaje.

Mariana: (riendo sin muchas ganas) Sí, tienes razón. Tampoco quiero parecer un payaso en medio de todos los invitados.

Entretanto, en el salón donde se celebra el matrimonio, algunas parejas están bailando una música melódica. Entre ellas, están Alexis y Carlota. Ésta última no oculta su felicidad.



Carlota: ¡Ay, mi amor! Me siento plena a tu lado. Simplemente no puedo creer que estemos casados, que tú seas mío y yo sea tuya (Se apega más Alexis). Mi mayor deseo es que seamos felices y te prometo que haré hasta lo imposible para que así sea.

Alexis: (sonriendo) Yo te doy las gracias por amarme tanto Carlota. Me haces sentir especial. Yo también espero que seamos muy felices. Gracias. Te amo.

En medio de una sonrisa, Alexis besa a Carlota. Ésta no duda en corresponderle el beso, cerrando los ojos. Cerca de allí, Alfredo los observa bebiendo un coctel. En ese momento, la música termina. Las parejas dejan de bailar.

Alexis: Ya vuelvo Carlota. Tengo que ir al baño.

Carlota: Claro mi amor. Te espero aquí.

Alexis se retira para el baño del salón. Carlota suspira, al tiempo que sonríe. Alfredo aprovecha la ausencia de su hijo para acercarse a su nuera de una manera misteriosa.



Alfredo: Ya lograste lo que tanto querías Carlota. Te casaste con mi hijo. Mis más sinceras felicidades. Tuviste una suerte que no cualquiera tiene, a tu edad, casada con un hombre mucho menor que tú (Burlándose).

Carlota (molesta): Me importa muy poco lo que pienses, imbécil. No sé si no te has dado cuenta que tu presencia sobra en este lugar. Deberías tener un poco más de orgullo e irte, viendo como tu propio hijo te ha humillado casándose conmigo. Él, a diferencia tuya, sí es un verdadero hombre (Le sonríe con burla).

Alfredo (furioso): ¡Cállate! ¿Intentas provocarme? ¿Es eso? (Se acerca a ella de manera violenta). Todo es matricidio sólo es una farsa. ¿Crees que Alexis de verdad está enamorado de una mujer como tú? ¿Qué pasaría si él supiera nuestro secreto, ah? ¿Todo seguiría igual?

Carlota: Eso no te convendría a ti, porque sólo te echarías de cabeza. ¿Quieres dañar ante todo el mundo tú imagen de hombre intachable? Entiéndelo de una vez. ¡Sólo eres un pobre cobarde! Un perro que ladra, pero no muerde. ¡Un pobre diablo! Siéntete como un fracasado, porque lo único que produces es asco. ¿Lo entiendes? ¡Repugnancia fue lo que siempre sentí por ti!

Alfredo: (tomándola con brusquedad del mentón) Tarde que temprano, te vas a arrepentir de tus palabras Carlota. Te vas a arrepentir de haberme despreciado. Yo lo veré. Recuerda que aunque no lo quieras, siempre tendremos algo en común: Isabel, nuestra hija.

Carlota (furiosa): ¡Cierra la boca! ¡No te atrevas a mencionarlo! Isabel no es tu hija.

Alfredo: Sabes mejor que yo que sí lo es. ¿Quieres que te recuerde más, sí? ¿Quieres que te recuerde la sucia perra que eras? (La suelta). Sé muchas cosas sobre ti Carlota. Tenlo en cuenta.

Alfredo se retira molesto. Carlota se queda mirándolo con un odio desmedido y en su mirada se puede reflejar la intensa ira que siente.

INT. / HOSPITAL PSIQUIÁTRICO, HABITACIÓN DE ESTELA / NOCHE



Estela yace en el piso, atada a camisa de fuerza, con los pies encadenados, mientras llora. La habitación parece una prisión por la que incluso pasan ratas. La muchacha tiembla de frío.



Estela: ¡Dios sálvame! ¡Sálvame! ¡Te lo suplico! (Llorando). Tengo que saber sí es verdad lo que me dijo Isabel. Tengo que saber si mis hermanitos están muertos. Yo me tengo que pintar de aquí, como sea.

De repente, alguien abre la puerta de la habitación. Estela ve que es el Doctor Alcaraz. La muchacha lo observa asustada. El doctor cierra la puerta y se acerca a ella.



Doctor Alcaraz: ¡Ay Estelita! (Saca una jeringa del bolsillo que contiene un líquido). No sé por qué me ha resultado tan difícil darte la bienvenida a mi hospital. Pregúntale a las demás locas la manera en que las hago estremecerse de pasión conmigo. Tú no has tenido ese privilegio.

Estela sólo guarda silencio. El Doctor Alcaraz empieza a reírse, se inclina y comienza a tocarle las piernas a Estela, sin embargo ésta se aparta.

Estela: ¡Quíteme las manos de encima, viejo asqueroso! ¡No me toque! (Lo escupe).

El Doctor Alcaraz permanece calmado, aún cuando Estela lo ha escupido. Él sólo se limpia con la manga de la bata de doctor que trae puesta y sigue riéndose.

Doctor Alcaraz: Eres difícil, ¿no? Una muchacha tan bonita, pero tan harisca (La toma con delicadeza del mentón). Pero ya verás. Te enseñaré a ser más dócil mi Estelita.

En eso, el Doctor besa a la fuerza a Estela. Ésta se revuelve, intentando quitárselo de encima y de repente, Alcaraz pega un grito adolorido, suelta la jeringa y se aparta de Estela. Se ve como ella le ha mordido el labio, a tal punto de casi arrancárselo. Tanto él como ella tienen los labios recubiertos de sangre.

Doctor Alcaraz (furioso): ¡Estúpida! ¡Me deformaste el labio, maldita! ¡Aaaah! ¡Te daré una paliza de la que te vas a acordar toda tu vida! ¡Te moleré a golpes, desgraciada!

Justo cuando el Doctor Alcaraz se va a abalanzar sobre Estela para golpearla, ésta agarra la jeringa con los dientes y se la inyecta en la pierna derecha, enterrándosela. De nuevo, el Doctor grita adolorido, pero mucho más fuerte. Estela comienza a llorar asustada.

Doctor Alcaraz: ¡Desgraciada! ¡Esto… esto te va a costar muy caro! ¡Te va a…!

En ese momento, pierde el conocimiento y cae fulminado en el piso. Estela no sabe qué hacer. Se acerca al inconsciente Doctor y logra sacarle unas llaves del bolsillo de la bata, también con los dientes. Ella intenta liberarse de las cadenas, pero se le dificulta. Intenta ponerse las piernas a la altura de la cara y encajar cada llave dentro de la cerradura, agarrándolas siempre con los dientes. Para su suerte, logra desatarse el pie derecho del grillete y vuelve a realizar el mismo proceso con el otro pie.

Minutos después se ve como Estela corre a toda prisa por los pasillos del hospital, mirando hacia atrás envuelta en la camisa de fuerza. La tensión se apodera de la escena. Estela corre, jadeando agotada. Al ver que uno de los vigilantes de turno, dobla por un pasillo, Estela aprovecha para salir a uno de los tantos patios del manicomio. Luego se esconde tras una pared.

Estela: (jadeando) ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Por dónde me meto antes de que se den cuenta? ¿Qué hago?



Una fuerte tormenta comienza a caer, con estruendosos y potentes truenos. El agua de la lluvia limpia el rostro ensangrentado de Estela, quien sigue corriendo. En un momento dado, tropieza y cae a un charco de lodo, ensuciándose por completo, pero se levanta con un poco de dificultad y sigue corriendo como puede. Es así como llega a la entrada trasera del manicomio, en la que hay otros dos vigilantes de turno y un par de ambulancias. Estela hace ruidos con las ramas de gran arbusto. Los vigilantes se hacen señas entre sí para desplazarse a otros puntos y asegurarse de no haber nada raro, por lo que Estela aprovecha que se han ido y se mete a una cabina especial para abrir las rejas automáticamente.

La única manera que encuentra para apretar cada botón que ve es con los dedos de los pies, pues aún no logra liberarse de la camisa de fuerza. En eso, las rejas comienzan a abrirse con lentitud. Estela sale de la cabina y mira hacia atrás, viendo como los vigilantes se acercan alumbrando con sus linternas. Ella desesperada, sale corriendo a toda prisa del hospital y se interna en el frío bosque en medio de la torrencial lluvia. Llega hasta a una carretera, jadeando y llorando, por la que no pasan autos. No muy lejos de allí, Alfredo viene en su lujoso auto y ve entre la oscuridad la silueta de Estela, por lo que se detiene y con las luces delanteras la ilumina. Estela se acerca al vehículo desesperada.



Estela: ¡Espera, por favor! ¡Ayúdeme, se lo suplico! Me acabo de escapar de un manicomio en el que me tenían secuestrada. Yo no estoy loca, ayúdeme por favor (Llorando desesperada cerca a la ventanilla). Tengo mucho miedo, mucho frío…

Alfredo guarda silencio, sorprendido por el aspecto de Estela, pero no puede evitar sentir lástima por ella.

Alfredo: Lo siento, pero no puedo. Voy tarde para mi casa. Discúlpame.

Estela: ¡No, por favor! No se vaya, no me deje aquí. Ya se debieron haber dado cuenta que me pinté de allá. Ya me deben estar buscando, por favor. Tengo que buscar a mis hermanos, me dijeron que están muertos y yo necesito saber si es verdad. Por lo que más quiera, ayúdeme.

Para sorpresa de Alfredo, Estela se arrodilla para suplicarle. Él observa sin saber qué hacer, pero finalmente abre la puerta, se baja del auto y ayuda a levantar a Estela, sin embargo ésta se desvanece entre sus brazos.

PALOMA
INT. / HOTEL / NOCHE


Alexis y Carlota acaban de aterrizar en Paloma, una isla paradisiaca y turística del pacífico sur. Llegan al hotel donde tienen reservada la suite presidencial y suben en el ascensor, donde ambos se besan apasionadamente.



Carlota (excitada): Quiero llegar ya a la habitación, mi amor. Me muero porque estemos juntos, por tener la noche más apasionada de mi vida contigo ahora que estamos casados.

Alexis: Yo también Carlota. Te amo. Ya no hace falta que hablemos más. También quiero que estemos juntos.

Alexis besa a Carlota. Ella le corresponde. Las puertas del ascensor se abren y ellos salen, empujándose entre sí hasta llegar a la puerta de la suite presidencial. Mientras van despojándose de sus ropas, Alexis ve en Carlota el rostro de Estela quien le sonríe pícara, pero después de unos segundos, vuelve a ver a Carlota tal y cómo es.

Carlota: ¿Qué pasa Alexis? ¿Por qué de repente me dejas de besar?

Alexis: No pasa nada, no te preocupes.

Él la vuelve a besar, pero con cierta incomodidad.

INT. / MANSIÓN SAÍN / AL DÍA SIGUIENTE

Es de mañana. Estela abre los ojos y acto seguido, se sobresalta, encontrándose en una cómoda cama en un pequeño cuarto y libre de la camisa de fuerza, aunque tiene el rostro un poco sucio y una apariencia desaliñada todavía. Entretanto, en el comedor, Alfredo desayuna en compañía de Marcela. El ama de llaves le sirve café a Alfredo en una taza y luego se retira.



Alfredo: ¿Y cómo vas en la universidad Marcela? ¿Estás entregada al 100% en tu carrera?

Marcela: Por supuesto papá. De hecho, como tú sabes el padre de mi amiga Adela es un presentador de noticias en la cadena Telemundo y el otro día, ella estuvo comentándome la posibilidad de ir allí para familiarizarnos con la manera de trabajo, el ambiente periodístico y todo ese tipo de cosas.

Alfredo: Me alegra oír eso, más que todo porque finalmente te diste cuenta que la música no es algo que te convenga.

Marcela no hace un buen gesto en el rostro al oír eso.

Marcela: Tienes razón. Entre otras cosas, se me hace tarde (Se levanta). Tengo clase en una hora. Cuídate papá, nos vemos.

Justo cuando Marcela iba a salir del comedor, se cruza con Estela quien se muestra consternada. Marcela al verla, la mira de arriba abajo, sorprendida.



Marcela: ¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste aquí?

Estela: Eh, yo…

Alfredo: (acercándose a Estela) Marcela. Ella es una muchacha con la que me crucé anoche, cuando venía para acá luego de haber terminado la celebración del matrimonio. La traje porque me pidió ayuda desesperadamente y se desmayó frente a mí, pero no la había visto antes.

Estela (avergonzada): Disculpen que me aparezca así, en estas fachas frente a ustedes que se ven como gente de clase. El señor fue muy amable en haberme ayudado, porque no tenía a donde más ir (solloza). Pero ya no los molesto más. Ya me voy de su casa. Mil gracias don (Le dice a Alfredo).

Alfredo: Espera muchacha. ¿Cómo te vas a ir así? Tienes que comer algo antes de irte. Debes tener hambre, porque te ves muy pálida. Ya luego veremos.

Marcela: (susurrándole a Alfredo) Papá, deberías dejar que se vaya. Ya fue suficiente con la que hubieras dejado pasar la noche aquí. Mírala. Parece una pordiosera.

Alfredo: ¿Desde cuándo me das recomendaciones sobre lo que debo hacer? Sé bien lo que hago Marcela. Limítate a respetar mis decisiones.

Estela: Gracias, pero de verdad que no los quiero molestar. Yo me las puedo arreglar sola o por lo menos veré qué hacer, pero no quiero molestar a nadie (Se marea, pero Alfredo la sostiene a tiempo).

Alfredo: (a Estela) En definitiva es mejor que te quedes. Me da la impresión de que estás pasando por un momento bastante difícil en tu vida y que no tienes a nadie más que pueda ayudarte, además estás muy débil, no puedo dejarte ir así.

Estela: Gracias señor. Es usted muy amable.

Alfredo: Ven, te ayudaré a volver a tu cuarto para que te recuestes. Le diré a nuestra sirvienta que te prepare algo de comer...

Él ayuda a la muchacha a sostenerse de pie mientras caminan a pasos lentos, hacia la habitación. Marcela mira con cierto recelo a la muchacha y también con asco por su aspecto.

INT. / CONVENTO SAINT JOHN / DÍA

Isabel está instalándose en el convento. Entra a su nuevo cuarto arrastrando su maleta, acompañada de la Madre Superiora del lugar.



Madre Superiora: Te reitero la bienvenida al convento Isabel. Te aseguro que consagrar tu vida a Cristo es la mejor decisión que hayas podido tomar, porque será un cambio positivo y de gran gozo para ti.

Isabel: Eso espero Madre. Créame que necesito mucho recibir el perdón de Dios y expiar mis pecados, cambiando mi vida aquí dentro.

Madre Superiora: Te dejo solo para que te instales y te pongas tu traje de novicia. Si me necesitas, estaré en mi oficina.

La madre superiora se retira de la habitación de Isabel. Ella respira hondo y se acerca a mirar por la ventana como cae la lluvia.

INT. / HOSPITAL, HABITACIÓN DE ALCARAZ / DÍA

Mariana ingresa a la habitación del Doctor Alcaraz, su padrastro, quien está acostado en la cama, inconsciente y conectado a un electrocardiograma. Una enfermera ha entrado con Mariana.



Mariana: ¿Por qué me llamaron precisamente a mí para informarme de su estado de salud?

Enfermera: Porque vimos su nombre registrado como su hijastra en la agenda de contactos de teléfono celular y pensamos que usted era su pariente más cercana.

Mariana: ¿Y cómo fue que cayó en coma? ¿Es posible que despierte pronto?

Enfermera: El pronóstico es bastante reservado. Está en un coma de cuarto grado. La droga que le fue aplicada es muy potente y a él le fue inyectada una sobredosis. Los detalles de cómo ocurrió todo se los pueden comentar en el hospital psiquiátrico, ya que fue una enfermera quien lo encontró inconsciente en la habitación de una paciente que escapó.

Mariana (extrañada): ¿Una paciente que escapó? En fin. La verdad es que no he tenido una buena relación con mi padrastro, pero de igual manera, si llega a pasar inesperado con él, no duden en avisarme por favor.

Enfermera: Lo haremos, no se preocupe señorita.

Mariana le sonríe a la enfermera, mira con desprecio a su padrastro y sale de la habitación.

INT. / MANSIÓN SAÍN, HABITACIÓN / DÍA

Un médico particular está examinando a Estela, quien reposa sobre la cama. Alfredo está presente y luego de que el médico termina de examinar a la muchacha, se acerca a él.



Alfredo: ¿Cómo la encuentra doctor? ¿Está bien de salud? Me dio la impresión de que se encontraba anémica.

Doctor: Es posible que así sea señor Saín, pero como usted podrá ver, ahora no dispongo de los medios para determinar si padece de anemia o no. Lo cierto es que está bastante deshidratada y débil, a parte de que tiene varias contusiones en el cuerpo y cicatrices de inyecciones en el cuello, pero no noto nada de emergencia.

Alfredo: Ya veo. Gracias por venir doctor. La sirvienta lo acompañará hasta la salida.

Los dos se dan un estrechón de manos y luego el doctor se retira. Alfredo se acerca a Estela.

Estela (apenada): Ya se tomó muchas molestias conmigo señor, hasta un médico llamó. Yo me puedo ir, ya me siento mejor.

Alfredo: ¿Me dijiste que tu nombre es Estela?

Estela: Sí, Estela Martínez.

Alfredo: Escúchame Estela. Por alguna razón, siento que necesitas ayuda y yo puedo dártela. Sé que no nos conocemos, pero para que pueda ayudarte, debes confiar en mí. ¿Tienes padres, hermanos? Me dijiste anoche que sí tienes hermanos, pero te dijeron que están muertos.

Estela: Sí, eso me dijeron. Verá usted… Yo me escapé anoche de un manicomio. Me encerraron allá sin estar loca, me encerraron sin razón (solloza). En ese manicomio me querían matar, me pegaban, me inyectaban, no me daban casi nada de comer. Mi prima fue a verme ayer para decirme que mis hermanos están muertos, los dos.

Alfredo (impactado): ¿Y cómo fue que encerraron en ese manicomio sin que estuvieras enferma?

Estela: No sé. Lo único que quiero es ver a mis hermanitos señor. Tengo que verlos, saber que están bien, preguntarles por qué me abandonaron en ese manicomio tan horrible (Desesperada). Antes de que me encerraran, mi hermano Sebastián me había dicho que mi hermana Juana estaba muerta, pero yo creo que a lo mejor se confundió, no sé… Tengo que saber que pasó con ellos.

Alfredo: Escúchame, Estela… (Intenta tranquilizarla). Tienes que calmarte. Escúchame. Yo te puedo ayudar, puedo averiguar en dónde están tus hermanos y saber si están muertos o no.

Estela: (llorando desconsolada) Tengo mucho miedo señor. Tengo miedo. Todavía siento como si estuviera encerrada en ese manicomio, como si me estuvieran buscando. Tengo miedo de que me encuentren y me vuelvan a llevar a allá. ¡Yo no quiero!

Totalmente conmovido, Alfredo no duda en confortar a Estela con un cálido abrazo, sentándose a su lado en la cama.

Alfredo: Vas a estar bien muchacha. Yo no permitiré que nada malo te pase. Te lo prometo. Voy a encontrar a tus hermanos.

Estela: Por favor no permita que me encuentren, se lo suplico, no lo permita.

La muchacha se desahoga en un llanto doloroso, desesperado, aterrorizada con la sola idea de que puedan volver a encerrarla en el hospital psiquiátrico. Se aferra al cuerpo de Alfredo, quien no puede evitar sentir una profunda lástima por ella.

CONTINUARÁ…

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