domingo, 9 de noviembre de 2014

Capítulo 7: Impactante revelación

INT. / DISQUERA STYLE MUSIC, CAFETERÍA / DÍA

Mariana está almorzando, algo pensativa. Tiene un amargo de recuerdo de años atrás, cuando era más joven y vivía con su padrastro, el Doctor Alcaraz.



FLASH BACK

Ella llora desconsolada sobre su cama, vestida de negro, abrazada a sus pies. En eso, entra Alcaraz a pasos lentos, cierra la puerta y le pone seguro con disimilo. Luego se sienta a su lado para consolarla.



Doctor Alcaraz: Ya no sigas llorando mi niña (Le acaricia el cabello). Tu madre murió, pero de seguro está en un lugar mejor, descansando en paz. Tienes que seguir adelante.

Mariana: Pero me da mucha tristeza saber que no volveré a verla. Ella era mi mejor amiga, me escuchaba, me consolaba. Me quedé sola.

Doctor Alcaraz: Eso no es así. Tú no estás sola, estás conmigo, así que no tienes por qué preocuparte. Yo te voy a querer mucho mi amor. Te lo prometo.

El lascivo doctor besa en la mejilla a Mariana, quien se siente un poco incómoda por ese gesto. Mariana decide levantarse de la cama.

Mariana: Ya vuelvo… Iré a beber un poco de agua.

Pero su padrastro la toma del brazo con fuerza, deteniéndola. Luego se levanta y se para tras ella, acariciándole los brazos, oliéndola por el cuello y dejando muy asustada a Mariana.

Doctor Alcaraz: Primero vamos a enfocarnos en otras cosas mucho más entretenidas.

Mariana (asustada): ¿Qué está haciendo? ¡Suélteme!

Doctor Alcaraz: Sólo te demostraré lo mucho que te quiero Marianita.

El doctor Alcaraz abraza a Mariana, quien se revuelve y se suelta con brusquedad, e incluso araña en el rostro a su padrastro. Corre a abrir la puerta, pero es imposible, está con seguro. El doctor Alcaraz la carga tomándola desde el estómago.

Mariana (histérica): ¡Suélteme! ¡Ayuda, necesito ayuda, por favor! ¡Suélteme viejo asqueroso! ¡Suélteme!

Doctor Alcaraz (furioso): ¡Ya basta de gritos! (La tira en la cama y le da un fuerte puño en la cara). ¡Tú vas a ser mía quieras o no estúpida! ¿Me entiendes?

Mariana rompe a llorar de impotencia al ver como Alcaraz comienza a abusar de ella.

FIN DEL FLASH BACK

Mariana deja de recordar; no ha podido evitar derramar unas cuantas lágrimas discretas, pero se las limpia al tiempo que su mirada se torna a una de rencor.

Mariana: Espero que te quedes en coma por siempre viejo desgraciado. ¡Espero que pagues por todo el daño que me hiciste! ¡Imbécil!

En eso llega Marcela, quien se sienta a su lado.



Marcela (animada): Hola Mariana. ¿Cómo estás? (Ve que Mariana ha llorado). ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

Mariana: Me acordé de algunas cosas tristes Marce. Tú tranquila, no te preocupes (Le sonríe).

Marcela: ¿Estás segura?

Mariana: Claro. Mejor cambiemos de tema. ¿Vienes de la universidad?

Marcela: Sí. Estaba muy ansiosa por venir a verte. Quiero invitarte a comer esta noche, pero no sé si te gustaría y también podemos ir a cine. ¿Qué te parece?

Mariana: La verdad es que me parece un excelente plan, pero no me siento con muchos ánimos. Ya sabes. El matrimonio de Alexis me dejó devastada. Fue duro verlo casándose con otra mujer, que ni siquiera le conviene, pero ya qué.

Marcela: Tú misma lo acabas de decir. Ya qué. Tienes que superarlo. Te lo dije ayer. Ya encontrarás a alguien que pueda corresponder lo que sientes (La toma de las manos). Vamos amiga.

Mariana (solloza): Es que me siento terrible Marcela. Siento que mi vida es una zozobra, que todo lo bueno no me pasa. Me siento sola y no sabes lo mucho que me gustaría en estos momentos que Alexis me abrazara entre sus brazos, me confortara, me dijera que también me ama…

Marcela: Yo no quisiera decirte esto Mariana, pero debes ver que él ya es un hombre casado. Tienes que ser fuerte.

Mariana: Yo sinceramente no sé si pueda olvidarme tan fácil de él. Yo no quería enamorarme, pero me fue imposible cuando apareció en mi vida y me hacía ver todo más especial. Cuando me sonreía, yo no podía de la emoción (sonríe entre lágrimas). Él es el hombre de mis pensamientos y por él saqué fuerzas para salir adelante, para olvidarme del pasado, pero nunca se fijó en mí…

Marcela: ¡Cuánto me duele verte así Mari! Pero mírame… (Le alza el rostro a Mariana con delicadeza) Vamos a salir de esta. Yo te voy a ayudar, porque no estás sola. Estás conmigo que soy tu amiga. ¿Me entiendes?

Mariana: Gracias por eso Marcela. Gracias por ser mi amiga.

Las dos se levantan de las sillas y se dan un abrazo.

PALOMA
EXT. / PLAYA / DÍA




Carlota camina tomada del brazo de Alexis, ambos usan ropa acoplada al verano y caminan descalzos sobre la arena.



Carlota: ¡Me fascina la playa, mi amor! En definitiva me encanta la isla para vivir, el ambiente, el clima, todo en general. Quiero que la casa que compremos sea al lado del mar, para que despertemos cada mañana oyendo el oleaje (Lo besa). ¿No te gusta la idea?

Alexis: (sonriendo) Claro, me gusta. Más tarde podemos ir a la inmobiliaria para mirar catálogos si quieres y también podemos ir de compras.

Carlota (emocionada): ¿De verdad?

Alexis: Sí, ¿por qué te sorprende?

Carlota: Es que me hace realmente feliz que me digas esas cosas, que te esmeres por ser un buen esposo para mí. Te amo Alexis, nunca me dejes (Se abraza fuerte a él).

Alexis toma con ambas manos el rostro de Carlota. Le da un beso en los labios y luego le sonríe.

Alexis: Ya estamos casados Carlota. Tú eres mi esposa y por eso mismo no pienso desatenderte como lo hacía antes. Quiero cambiar, ser un mejor esposo para ti y hacerte muy feliz. Te prometo que haré el intento.

Carlota: Gracias mi amor. Ven (Lo toma de la mano). Vamos a tomar algo. Hace calor.

Los dos se van caminando hasta una tienda cercana para comprar algo refrescante. Alexis se muestra más cariñoso con Carlota y la abraza más constante.

INT. / CASA SAÍN / NOCHE

La familia Saín, conformada por Alfredo y Marcela, está cenando. La sirvienta le sirve ensalada a Marcela. Luego de que termina, se retira.



Marcela: ¿Entonces piensas dejar que viva aquí?

Alfredo: Exactamente, es algo que ya no pienso discutir. La decisión está tomada. La pienso ayudar a encontrar a sus hermanos, además le daré un empleo temporal como mi asistente.

Marcela: ¿Tu asistente? ¡Por Dios, papá! Me parece que le estás dando demasiada confianza a una desconocida, no sabes nada sobre su vida.

Alfredo: Estás equivocada. Esa muchacha ya me contó una buena parte de la historia de su vida, una historia muy trágica por cierto. Con eso tengo suficiente para saber que no tiene ninguna mala intención, más que la de encontrar a sus hermanos.

Marcela: Está bien. Ya no pienso discutir más sobre lo mismo. Espero que no te arrepientas.

En ese momento, Estela se aparece en el comedor, con una apariencia más limpia, bien peinada, usando una ropa sencilla. Marcela se sorprende al verla, con solo eso, siente que le cae mal. Alfredo por su parte, se levanta para acomodarle el puesto a Estela en el comedor, quien tímidamente se sienta. Alfredo vuelve a tomar asiento.



Alfredo: (sonriéndole) Quedaste diferente Estela, nada de la muchacha andrajosa y sucia que eras esta mañana.

Estela: Gracias señor. Buenas noches señorita Marcela.

Marcela: (con mal tono) Buenas noches… Estela.

Alfredo: Ya le dije a mi hija que te quedarás viviendo en esta casa mientras te ayudo a encontrar a tus hermanos y te doy un empleo con el que puedas manejar tu propio dinero, así que no hay ningún problema.

Estela: Me alegra contar con usted, que se ha portado tan rete bien conmigo.

Alfredo: Lo hago con mucho gusto, por ampararte. Mañana mismo me pondré en búsqueda de tus hermanos, pero debes darme direcciones para ubicarlos más rápido.

Estela: La verdad es que yo no sé nada de direcciones, pero sí le sirve de algo, puedo llevarlo hasta la casa de mi tía en donde de seguro deben estar viviendo, a menos que ella los haya echado de ahí.

Alfredo: Mañana nos encargaremos de eso, por lo pronto, disfruta de la cena. Está deliciosa.

Alfredo le sonríe a Estela para hacerla entrar en confianza. Ella no se siente tan cómoda rodeada de tantos cubiertos, pero Alfredo la guía con delicadeza y paciencia, cosa que molesta un poco a Marcela.

INT. / DISQUERA STYLE MUSIC / AL DÍA SIGUIENTE

Es temprano en la ciudad de Miami. Alfredo lleva a Estela a la disquera para indicarle todo respecto al empleo de asistente que él le dará. Los dos salen del ascensor en el piso principal. Estela siente conocido el lugar, mirando alrededor ya que anteriormente Alexis la había llevado.



Alfredo: Ven Estela. Pasemos a mi oficina.

Pasan a la oficina de Alfredo. Éste toma asiento en su respectiva silla frente al escritorio y Estela también toma asiento tímidamente.

Alfredo: ¿Qué te gustaría tomar? ¿Café, algún refresco gaseoso…?

Estela: Un café estaría bien. Muchas gracias.

Alfredo toma el teléfono para comunicarse con Mariana, su secretaria.

Alfredo: Buenos días Mariana. Trae dos cafés a mi oficina, por favor. Gracias (Cuelga).

En eso, Estela nota que sobre el escritorio de Alfredo está puesta una foto enmarcada de Alexis y otra de Marcela, cosa que le extraña.

Estela: ¿Usted conoce al hombre de la foto? (Se refiere a Alexis).

Alfredo: (sonriendo) Por supuesto. Es mi hijo. Se llama Alexis. Se casó hace poco y también trabaja aquí en la disquera, pero en estos momentos está de luna de miel con su esposa.

Estela (consternada): ¿Se casó? ¿Y usted es su padre?

Alfredo: Sí, así como te lo acabo de decir. ¿Pero por qué te pones tan pálida muchacha? ¿Pasa algo? ¿Ya conocías a mi hijo?

Estela: De casualidad, el nombre de la mujer con la que se casó es… Carlota Dos Santos.

Alfredo (extrañado): Sí. ¿Eso quiere decir que sí conoces a mi hijo y a su esposa?

De repente, tocan la puerta. Estela cambia la expresión de su rostro por una de decepción.

Alfredo: Sí, adelante.

Mariana ingresa a la oficina sosteniendo una bandeja con ambas manos; sobre la bandeja están dos tazas de café. Ella no reconoce a Estela, pues está de espaldas.



Mariana: Con permiso señor Alfredo. Le traje los dos cafés que me pidió bien calentitos (Pone la bandeja sobre el escritorio) ¿Tú…? (Le dice a Estela) ¿Tú no eres la sobrina de Carlota Dos Santos?

Alfredo (desconcertado): ¿Sobrina de Carlota Dos Santos? ¿Cómo es eso? ¿Qué es todo esto?

Mariana: Pensé que usted lo sabía señor. Esta muchacha es la sobrina de Carlota Dos Santos. Alexis la había traído con anterioridad a la disquera. Recuerdo que ese día ella estuvo haciendo prácticas en el estudio de grabación bajo la supervisión de su hijo

Alfredo (sorprendido): ¿Es eso verdad Estela?

Estela: (con la voz quebrantada) Sí, es verdad.

Alfredo: ¡Esto es increíble! Mi hijo se casó con tu tía. Tú ya los conocías. ¿Te das cuenta? Estamos más relacionados de lo que pensábamos.

Estela no dice nada, por lo que sale corriendo de allí. Alfredo va tras ella preocupado y Mariana se queda sorprendida. La muchacha llega hasta los baños de la disquera en donde se desahoga en llanto frente al espejo.

Estela: ¡Se casaron! Mientras yo estaba encerrada en ese manicomio, él se estaba casando con mi tía.

En ese momento, Alfredo ingresa al baño y se sorprende al ver a Estela llorando.

Alfredo: ¡Estela! ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?

Y para sorpresa de él, Estela le da un fuerte abrazo que lo desconcierta.

Estela: ¡Ay señor Alfredo! Por favor abrázame, se lo suplico. Siento que el corazón se me está arrugando, abrázame…

Alfredo la abraza un poco extrañado. Estela continúa llorando.

Alfredo: ¿Me puedes decir qué es lo que te pasa?

Estela: Me engañaron señor. ¡Me siento como una mensa, estúpida! ¡Él no confió en mí! También me abandonó apenas me encerraron en ese manicomio y corrió a los brazos de mi tía.

Alfredo: ¿Te refieres a mi hijo? ¿A Alexis? ¿Tú y él tenían algo?

Estela: Ya qué importa. Me ilusionó con un mundo de fama, de comodidades, de mejor vida para mis hermanitos y para mí, pero sólo bastó con que me creyeran loca para olvidarse de las promesas que me hizo. Qué decepción (Llorando). Yo pensando que él era diferente, que de verdad yo le importaba y me quería, pero no…

Alfredo: La verdad es que lo que haya pasado entre tú y Alexis lo desconozco, pero si te hace sentir mejor puedes contarme. Yo estoy dispuesto a escucharte.

Estela: (apartándose) Lo único que quiero es encontrar a mis hermanitos, señor. Eso es lo único que quiero, pero ahora no se me ocurre en dónde puedan estar si mi tía se fue a vivir lejos con su hijo.

Alfredo: Bien, pues siendo así, puedo hablar con tu tía para que ella me diga en dónde están tus hermanos o qué fue de ellos después de que se casó con Alexis.

Estela: ¡No, por favor! ¡Eso no! Yo no quiero ni ella ni Alexis se vayan a dar cuenta que me escapé de ese manicomio. Los dos son capaces de hacer que me vuelvan a encerrar allá creyendo que de verdad estoy loca y usted sabe que eso no es así. ¡Yo estoy bien cuerda!

Alfredo: Eso lo sé, no te tienes que preocupar. Pero así será más difícil encontrar a tus hermanos.

Estela: No importa, alguna manera habrá… ¡Isabel! La hija de mi tía. Ella debe saber qué fue de ellos. Ella debe saber dónde están mis hermanitos. Tenemos que encontrarla a ella, señor.

Alfredo: Está bien, la visitaremos hoy mismo si quieres. ¿Te parece?

Estela asienta con la cabeza.

INT. / CONVENTO SAINT JOHN / DÍA

Isabel está orando en un cuarto, acompañada de otras novicias. Ella está arrodillada, con ojos cerrados y vestida de monja, como todas las demás. En un momento dado, Isabel termina su oración y sale del cuarto. Mientras va caminando por los pasillos se encuentra con Estela y Alfredo. Isabel se sorprende al ver a Estela.

Más tarde, Estela e Isabel hablan sentadas en una banca del patio del convento.



Isabel (nerviosa): La verdad es que no entiendo qué estás haciendo aquí Estela. ¿Cómo es que no estás en el hospital psiquiátrico? Tú tendrías que estar allá.

Estela: Me escapé porque no estoy loca Isabel. Yo no tenía por qué estar en ese manicomio, recibiendo malos tratos y que me inyectaran a cada rato. Te pido que por favor no le vayas a decir a nadie, mucho menos a tu mamá.

Isabel: Está bien. ¿Y cómo supiste que yo estaba aquí? ¿Cómo me encontraste?

Estela: Porque fui con el señor Saín a la mansión y Concepción nos contó que te habías venido para acá. El señor Saín es el padre de Alexis y me ha estado ayudando desde que me escapé del manicomio.

Isabel (desesperada): ¿Y qué es lo que quieres Estela? Yo no tengo nada qué hablar contigo. Todo lo que tenía que decirte, ya te lo dije aquel día en que te fui a visitar al psiquiátrico.

Estela: Es que eso no puede ser Isabel. Yo no te creo. Mis hermanos no pueden estar muertos. Dime por favor en dónde están, a dónde se fueron cuando me encerraron en el manicomio. Ellos debieron haberte dicho algo.



Isabel (solloza): El único lugar al que fueron es el cementerio. ¡Date cuenta Estela! Tú no quieres aceptar la realidad. Tanto Juana como Sebastián murieron el día en que vinieron los enfermeros del hospital psiquiátrico por ti.

Estela: Eso no puede ser verdad. Ellos tienen que estar vivos (se le saltan las lágrimas).

Isabel rompe a llorar, sin decir nada. Estela sólo se muestra desconcertada y empieza a respirar agitadamente.

Estela: Por favor dime que eso no es verdad Isabel, por favor... (Rota de dolor). Dime que no es verdad.

Isabel: (negando con la cabeza) Yo estuve presente en el entierro de ambos. Mi mamá pagó los gastos fúnebres. Están muertos Estela.

Estela se queda un rato en silencio, derramando lágrimas discretas cuando en un momento dado, rompe a llorar.

Estela: No… ¡Mis hermanitos! ¡Nooooooooooo! (Gritando desgarrada). ¡Mis hermanos! (Se lleva las manos a la boca llorando desconsolada).

Isabel: Lo siento mucho, pero es la verdad. Puedes ir al cementerio y comprobarlo por ti misma.

Estela: ¿Cómo murieron? ¿Qué les pasó? ¿Cómo fue que se murieron?

Isabel: ¡No lo sé! ¡No me preguntes eso! Ya no podemos hablar más. Lo mejor es que vayas Estela.

Isabel intenta irse, pero Estela la toma de un brazo.

Estela: Yo no me voy de aquí hasta que me expliques qué les pasó a mis hermanos para que se murieran. Tú debes saber, así que dime. Tengo derecho a saber.

Isabel se ve descubierta, mira indecisa a Estela sin saber qué decirle.

Isabel: Juana se murió de una sobredosis de droga. Ella era adicta, se metía casi que diario. Una vez fuimos juntas a una discoteca y ella me dio a probar un poco. Lo que más consumía era cocaína.

Estela llora cada vez más fuerte al oír a Isabel.

Isabel: También estaba embarazada...

Estela: Sebas me lo había dicho justo cuando vinieron los enfermeros del manicomio ese para llevarme. Todo pasó tan rápido que yo no le entendí. Mi Juanita... ¿En qué momento se me salió de las manos? Mi hermanita…

Estela se derrumba a llorar en el piso. Isabel también llora.

Isabel: Ya es tarde para echarse culpas Estela. Tienes que ser fuerte.

Estela: ¿Y cómo murió Sebastián? ¿Cómo fue que él se murió? ¿Qué le pasó?

Isabel recuerda aquella noche, en que su madre Carlota empujó a Sebastián por las escaleras. Se siente incapaz de responderle a Estela.

Estela: ¡Respóndeme! ¿Cómo se murió mi hermano?

Isabel: (con la voz quebrantada) Mi mamá... Mi mamá lo mató...

Estela se impacta al oír a Isabel, abre los ojos como platos. Isabel contiene el llanto.

Isabel: (temblando) Ella lo mató una noche, empujándolo por las escaleras de la mansión. Sebastián nos escuchó hablando sobre tu encierro en el manicomio. Mi mamá y yo lo planeamos todo para hacerte pasar por loca, ya que así ella podía recuperar a Alexis al ver que tú se lo habías quitado. Yo le propuse la idea para que no me internara en un centro de rehabilitación para drogadictos. Yo también consumía drogas y esa fue la única manera que encontré de convencerla para que no lo hiciera. Sebastián la enfrentó y la amenazó con denunciarla si no te sacaba de allí, pero ella se negó y… lo mató (Rompe a llorar).

Estela también tiembla. Se levanta del piso, al tiempo que va frunciendo el ceño. Mira fulminante a su prima e inmediatamente le propina una sonora cachetada que incluso le deja marcado el rostro a Isabel. Estela comienza a llorar de ira.

Estela: ¡Desgraciada! ¡Par de mierdas! ¡Tú mamá y tú son un par de desgraciadas, malnacidas, asesinas! ¡Mataron a mi hermano! ¡Mataron a Sebastián! (Histérica). ¿Cómo fueron capaces? ¿Cómo?

Isabel: Yo no lo maté, yo no lo hice. Fue mi mamá. Yo sólo planeé todo tu encierro y te juro que estoy muy arrepentida Estela, por eso vine aquí, para pagar por lo que hice.

Estela: ¿Y eso qué? Tú también mataste a mi hermano, así no lo hubieras tocado. Lo mataste al encubrir a tu mamá, al no denunciarla a la policía. ¡Tú también eres una asesina! ¡Las dos me desgraciaron la vida! ¡Me quitaron a mi hermano! (La zarandea tomándola de las ropas)

Isabel: Perdóname, por favor. Ya sé que te hice mucho daño. Si quieres ahora mismo sal a denunciarme a mí y a mi mamá. Estás en todo tu derecho.

Estela: ¿Y crees que la cárcel es poco para ustedes? Tú no te alcanzas a imaginar lo que yo pasé dentro de esa casa de locos. ¡Tú no te imaginas la vida que me daban en ese manicomio tan horrible! Y no conformes con eso, mataron a mi Sebastián. Me arrebataron a mi hermano. Ya no lo voy a volver a ver nunca. ¡Nunca! (Le grita en toda la cara)

Isabel sólo se desahoga en un llanto profundo, al igual que Estela. La primera no lo soporta más y se retira del patio. Una fuerte tormenta comienza a caer de gota en gota. Isabel llega hasta su cuarto y se arrodilla frente a una cruz de madera colgada en la pared; allí continúa llorando. Por otra parte, Estela decide salir corriendo del convento en medio de la torrencial lluvia. Ignora por completo a Alfredo quien la espera afuera dentro del auto.



Alfredo: ¡Estela! ¡Estela, a dónde vas!

Alfredo decide arrancar el auto para perseguir a Estela, quien corre entre las calles, desesperada y gritando. Los transeúntes que pasan cubiertos por abrigos y sombrillas miran raro a la muchacha, quien da vueltas sin saber a donde ir. Continúa corriendo, hasta que finalmente llega al cementerio central de la ciudad. Alfredo no le ha perdido el rastro y le grita sacando la cabeza por la ventanilla.

Alfredo: ¡Estela! ¿A dónde vas? ¡Estela!

Estela se adentra en el frío cementerio, aún en medio de la lluvia. Siente que no puede más y termina cayéndose en el césped, justo frente a las tumbas de sus hermanos. Ella lee rota de dolor las inscripciones en las lápidas.

Estela: ¡Juana, Sebastián! ¡Perdónenme! Perdónenme por no haberlos cuidado, por no haberles dado la vida que se merecían. Todo fue mi culpa (Empieza a arrancar el césped). Ya no van a estar conmigo nunca. Ya no los voy a volver a ver. ¡Aaaaaah!

Ella se abraza a las lápidas entre ese llanto fuerte e histérico, de impotencia, de tristeza y de furia que la carcome.

INT. / CAFETERÍA / NOCHE

Marcela y Mariana están comiendo algo en una cafetería, mientras la lluvia cesa un poco.



Marcela: ¿Entonces esa muchacha es sobrina de Carlota?

Mariana: Sí, así como te lo acabo de decir, pero tu papá no sabía eso y tal parece que ella tampoco sabía que él es padre de Alexis. Yo en cuanto la vi, la reconocí. La primera vez que la vi fue cuando Alexis la trajo a la disquera y me la presentó.

Marcela: La verdad esto me da mala espina. Yo no creo que se trate de una simple casualidad, aunque mi papá asegure haber conocido a la tal Estela cuando ella se le interpuso frente al auto y le pidió ayuda.

Mariana: ¿Y qué es lo que insinúas?

Marcela: No sé, sólo creo que esa mujer no es fiar. Me dio desconfianza en cuanto la vi y sospecho que algo quiere de mi papá y con esto que me cuentas estoy empezando a creer que tal vez todo se trate de un complot entre ella y Carlota, no sé (Toma un poco de café).

Mariana (pensativa): A mí tampoco me dio buena impresión cuando la conocí la primera vez, pero de ahí a que esté confabulada con su tía en algo parece un cuento bien salido de lugar. Creo que estás exagerando un poco Marce.

Marcela: Esté o no exagerando, voy a vigilarla en todo momento. Es una aparecida que algo escondido debe tener.

Las dos siguen bebiendo su café.

EXT. / ESTACIÓN DE AUTOBUS / NOCHE

Todavía sigue lloviendo, pero de una manera más calmada. Estela aguarda sentada, empapada bajo la marquesina de la estación, con la mirada ida. En eso, un auto se detiene frente a ella. El conductor es Alfredo, quien hace pitar la bocina. Estela se sorprende al verlo y baja la cabeza avergonzada. Alfredo se baja del auto y abre una sombrilla.



Alfredo: ¿Me puedes decir qué estás haciendo aquí? ¿Por qué saliste corriendo de esa manera del convento en medio de la lluvia? Te he estado buscando por horas.

Estela: Le pido disculpas señor Saín. Estoy muy avergonzada con usted, discúlpeme. Lo bueno es que ya no va a tener que cargar conmigo porque ya no lo voy a molestar más. Voy a esperar a que llegue el autobús para irme lejos a probar suerte.

Alfredo (desconcertado): ¿Pero de qué estás hablando muchacha? ¿Qué es eso de irte lejos?

Estela: Por favor no me haga preguntas. Usted me prometió ayudarme hasta que encontrara a mis hermanos y ya sé qué pasó con ellos, así que le agradezco mucho por todo. Yo ya me puedo defender sola.

Alfredo: ¿Tu prima te dijo dónde están tus hermanos? ¿Por eso quieres viajar? Si es así, déjame llevarte. Tú no debes tener dinero ni siquiera para pagar el pasaje.

Estela: (sollozando) Era verdad que están muertos.

Alfredo se sorprende al escuchar a Estela.

Estela: ¿Sabe qué? Lo único que quisiera en estos momentos es morirme. Ya no quiero vivir más, porque ellos eran lo único que tenía. Me quedé sola en el mundo señor. Ya no tengo nadie. ¡Estoy solaa! ¡Me quisiera morir! (Rompe a llorar nuevamente).

Alfredo decide cerrar la sombrilla y sentarse al lado de Estela. Sin que ella se lo espere, le da un abrazo, un abrazo que Estela corresponde, aferrándose al cuerpo de Alfredo y llorando desesperada.

Alfredo: Escúchame Estela. Tú eres una muchacha hermosa, con juventud y un gran futuro por delante. Tus hermanos ya no están aquí, pero no todo está perdido. Todavía tienes esperanzas, me tienes… a mí. Yo no te voy a dejar sola.

Los dos se desprenden del abrazo. Alfredo toma de las manos a Estela y la ayuda a levantarse con delicadeza.

Alfredo: Ven, vamos a mi casa. Déjame ayudarte. Te prometo que vas a estar bien conmigo.

Estela aunque no sonríe, se siente confortada con la confianza que le brinda Alfredo. Éste último se quita el abrigo, se lo pone a Estela y vuelve a abrir la sombrilla para cubrirse mientras llegan al auto. En todo el camino a casa, Estela mira pensativa a través de la ventanilla. En su cabeza retumban las palabras de Isabel: “Mi mamá lo mató...” “Ella lo mató una noche” “Mi mamá y yo lo planeamos todo para hacerte pasar por loca” “Ella lo empujó por las escaleras” “Yo planeé todo” “Ella lo mató”

También tiene recuerdos amargos, que vivió en su estadía en el manicomio. Recuerda las muchas veces que la golpearon. Recuerda como los enfermeros le ponían camisa de fuerza. Recuerda las noches frías en las que estaba encerrada en un cuarto oscuro, maltratada y encadenada. Recuerda como la comida se la tiraban en el piso y como la medicaban en contra de su voluntad. Todos esos recuerdos se empiezan a mezclar con las palabras de Isabel. Estela siente que todo eso la tortura, siente que todo a su alrededor comienza a dar vueltas y se marea. Alfredo lo nota y se preocupa.

Alfredo: Estela… ¿Te sientes bien?

Y justo cuando Alfredo detiene el auto, Estela sale y vomita compulsivamente en la carretera, vomita durante un largo rato. Alfredo se baja preocupado y la sostiene para evitar que pierda el equilibrio.

INT. / CONVENTO SAINT JOHN / NOCHE

Entretanto, Isabel se encuentra en su cuarto a oscuras, orando con obsesión desmedida el rosario. Lo ora con rapidez en susurros, lloriqueando.



Isabel: Santa María llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…

Ella continúa repitiendo lo mismo.

CONTINUARÁ…

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