Capítulo 9: Entre ojos
Hilda mira a su patrona sin saber qué decirle.


Carlota: ¿Por qué no me respondes? ¿Me estás viendo la cara de idiota?
Hilda: (levantándose del piso) Le aseguro que no sé de qué me habla. Como le dije, yo no pretendo nada con el señor Alexis. Es mi patrón, su marido. Yo no podría meterme con él.
Carlota se para de la silla. Empieza a caminar detrás de Hilda, respirándole cerca del cuello. Hilda se pone nerviosa.
Carlota: ¿Te gusta?
Hilda: (solloza) Claro que no.
Carlota: Mentira. Te gusta Alexis, aunque lo niegues. Lo puedo presentir. Lo veo cuando estás cerca de él. Le sonríes como una descarada, como una ofrecida. ¡Te gusta!
Carlota se aleja de Hilda. Ella rompe a llorar.
Carlota: Escúchame bien, muchachita. Tú presencia en esta casa está comenzando a molestarme. De hecho ni siquiera tendría por qué aguantar tu cara de mojigata. Puedo perfectamente echarte a la calle y contratar otra empleada.
Hilda: (desesperada) Le suplico que por favor no me vaya a despedir señora Carlota. Se lo suplico, por lo que más quiera. Necesito este trabajo. Usted sabe que mi mamá no ha estado bien de salud.
Carlota: ¡Ya cállate! ¡Y deja de llorar que me haces perder la paciencia!
Hilda se reprime el llanto.
Carlota: Todas las de tu clase son iguales. Todas son unas mosquitas muertas que les coquetean a sus patrones. Me las conozco muy bien.
Hilda: Le pido que por favor me dé otra oportunidad señora. Le prometo que voy a tratar de ser más cortante con el señor Alexis para evitar que usted se moleste, pero por favor no me despida
Carlota: Eso va a depender de ti. Con cualquier confianza o cualquier sonrisa que vea entre tú y Alexis, te echo a la calle sin compasión y de paso, muevo todas mis influencias para asegurarme de que nunca vuelvas a encontrar trabajo con ninguna familia respetable de la ciudad.
Hilda asienta con la cabeza entre lágrimas. Carlota ve por un momento en Hilda a aquella Estela que una vez tanto humilló y eso la perturba, por lo que se decide irse. Una vez que Hilda se queda sola, se derrumba a llorar en el piso.
MIAMI
INT. CASA SAÍN/CUARTO DE ALFREDO – AL DÍA SIGUIENTE
Estela entra al cuarto de Alfredo a pasos silenciosos sonriendo con malicia. Lleva un vestido corto que resalta su esbelta figura. Alfredo se ducha sin percatarse de la presencia de ella. En ese momento él sale del baño semidesnudo, cubierto con una toalla del torso para abajo y se sorprende al ver a Estela.


Alfredo: ¡Estela!
Estela: (fingiendo vergüenza) Le ruego que me disculpe, señor Saín. Yo no sabía que usted estaba bañándose. Lo siento mucho. Ya me retiro.
La joven intenta irse, pero finge que se enreda con el tacón y cae al piso.
Estela: ¡Argh!
Alfredo corre hacia ella, preocupado, y se inclina.
Alfredo: ¿Estás bien?
Estela: Sí, creo que sí (Mirándolo con sensualidad). Creo que me lastimé un poco el tobillo, pero no es nada. Yo sólo venía a decirle que el desayuno está listo (Le habla cerca al oído).
Alfredo: (nervioso) ¿Estás segura que… no te duele nada más?
Estela: Claro, no se preocupe. Puedo caminar. ¿Sabe, algo señor Saín? Tal vez este no sea el momento propicio, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de decirle lo apuesto que es usted. La verdad es que no logro entender cómo puede seguir viudo todavía.
Alfredo: Estela, yo... siento que este no es un momento muy cómodo para los dos.
Estela: (sonriéndole astuta) ¿Por qué? ¿Le molesta que le diga el hombre tan especial que es? Tiene muchas virtudes que no cualquier otro hombre podría tener.
Alfredo: Te agradezco los elogios, pero lo mejor es que dejemos esta conversación para después. Como te digo, ahora no es momento. Yo necesito vestirme… ¿Me entiendes?
Estela: Claro que sí (Se levanta del piso, ayudada por Alfredo). Ya me retiro y de nuevo le pido disculpas. No quería molestarlo.
Estela sale de la habitación, caminando con mucha sensualidad y elegancia. Alfredo no puede evitar quedarse mirándola con fascinación, pero intenta ignorar esos gestos de seducción.
EXT. CEMENTERIO – DÍA
Mariana es la única persona que asiste al entierro de su padrastro, El doctor Alcaraz. Va vestida de negro. Los sepultureros terminan de enterrar el ataúd y después se van.

Mariana: La muerte fue algo que nunca te deseé a pesar del daño que me hiciste (Hablando con resentimiento). Pero no puedo negar que ahora que estás muerto, siento que me quité un peso de encima y el inmenso desprecio que me produces no ha cambiado como tampoco creo que vaya a cambiar.
Ella le lanza una última mirada de desprecio a la tumba del que era su padrastro y se va caminando hacia la salida del cementerio.
PALOMA
INT. CASA DE CARLOTA Y ALEXIS/COCINA – DÍA

Hilda prepara el almuerzo, mientras ve por televisión la telenovela del medio día "La Intrusa". También está llorando. Alexis entra a la cocina y se extraña al verla así.


Alexis: ¿Hilda? ¿De nuevo llorando?
Hilda: (limpiándose las lágrimas) Claro que no, señor. No se preocupe. Sí estaba llorando, pero es por la novela que está buenísima. Fíjese que la protagonista heredó la fortuna de un señor muy rico, pero los hijos de él la tratan muy mal porque la consideran una ladrona. Ya ve usted cómo me pongo por estas cosas (Riendo).
Alexis: ¿Estás segura que es sólo por eso? Es que no sé. Me da la impresión de que cuando me acerco a ti, por alguna razón, te hago sentir mal, incómoda... ¿Es eso? ¿Te pasa algo conmigo? ¿Te caigo mal?
Hilda: Claro que no. ¿Cómo puede decir eso? Usted nunca podría caerme mal, menos con lo bien que me trata siendo yo solo la sirvienta.
Alexis: Eres la empleada, pero eso no es solo un trabajo. Tú eres más que eso Hilda. Un trabajo no hace menos o más humano a alguien.
Hilda: Gracias, pero de igual forma, aunque mi trabajo no me haga menos, mientras sea la sirvienta debo darme mi lugar y por lo mismo, le pido que por favor tengamos una relación estricta de patrón y empleada. No trate de hacer amistad conmigo. Es mejor así
Alexis: ¿Lo ves? Hay algo en mí que te molesta o sino, no estarías siendo tan cortante conmigo. Dime, Hilda. ¿Qué pasa?
Hilda: No pasa nada. Lo mejor es que dejemos así. Y por favor no insista en preguntarme porque entonces voy a verme obligada a renunciar. Con permiso.
Hilda agacha la cabeza, deja de cocinar y sale, dejando a Alexis muy extrañado.
INT. CASA SAÍN/BIBLIOTECA – NOCHE
Estela está sentada frente a un computador. Busca información de Paloma, la isla turística en la que viven Alexis y Carlota.

Estela: Ya tengo todo fríamente planeado desde hace meses y estoy segura que nada va a fallar. Es cuestión de mover de la mejor manera mis fichas en este tablero de ajedrez para llegar al jaque mate. Muy pronto vas a volver a saber de mí, Carlota. ¡Muy pronto! (Dice con firmeza)
Estela cruza las piernas, sonriendo con astucia y toma una manzana roja a la cual le da un mordisco. Marcela entra de repente a la biblioteca y se acerca a ella. Estela sigue sentada sonriendo y deleitándose con su apetitosa manzana.

Marcela: Imagino que estarás contenta, ¿no? Ya no queda nada de esa sucia pordiosera que mi papá trajo a esta casa hace poco más de un año. Te convertiste en la aclamada “Ishtar Jade”.
Estela: (sarcástica) Hola, Marcela. También me da gusto verte.
Marcela: (molesta) ¡Déjate de sarcasmos que no los soporto! (Golpea el escritorio) Me tiene harta tener que fingir lo que no siento y no voy a desaprovechar el momento para decirte un par de verdades. ¡Zorra!
Estela: Efectivamente, veo que no quieres desaprovechar la oportunidad de insultarme y de restregarme en la cara la envidia que sientes por mí. ¡Te ves tan patética!
Marcela: (furiosa) ¡Cállate! Lograste lo que siempre buscaste. Te le metiste por los ojos a mi papá para que te llevara a la cima. Me arrebataste todo lo que es mío. ¡Todo lo que tenía que ser mío lo tienes tú! ¡Me quitaste a mi papá, mis sueños, mi lugar! ¡Ladrona! ¡Perra!
Estela frunce el ceño, se levanta y le propina una sonora cachetada a Marcela y sin dar espera, la toma con fuerza de la cabellera.
Estela: ¡Estás comenzando a colmar mi paciencia, estúpida! ¿Te arrebaté tu lugar? ¿Qué lugar? ¿Cuándo todo lo que me dices ha sido tuyo?
Marcela: (llorando) ¡Desgraciada! ¡Suéltame!
Estela: (jalándola más fuerte) En definitiva eres patética, Marcela. ¡Eres una pobre estúpida! Pero yo también tengo que decirte un par de verdades. Empecemos por don Alfredo. Tu querido papito, que siempre te he despreciado, que nunca te ha dado la mayor importancia.
Marcela: ¿Tú qué sabes?
Estela: Mucho más de lo que crees.
Estela suelta con brusquedad del pelo a Marcela y empieza a caminar tras ella. Marcela derrama lágrimas en silencio.
Estela: De eso me surge una duda razonable. ¿De veras piensas que te arrebaté a tu padre? (Pregunta con burla e incredulidad) ¿Realmente tu mente es tan estrecha y patética para decirme semejante cosa? Tú y yo sabemos que con mi llegada a esta casa, las cosas entre tú y él no han cambiado. Siguen siendo las mismas. La verdad sea dicha.
Marcela: (apretando los dientes) ¡Eres una…!
Estela: (sonriendo) ¿Te duele la verdad? Te recuerdo que la que empezó con este asunto fuiste tú. Pues bien. ¡Continuémoslo!
Estela toma de un brazo a Marcela y trata de llevársela obligada a una parte, sin embargo Marcela se suelta.
Marcela: (desafiante) ¡No me vuelvas a poner una mano encima, estúpida! No pienso ir contigo a ninguna parte.
Estela: (tomándola de la quijada) ¡Limítate a obedecerme!
Estela la vuelve a tomar del brazo y la lleva hasta su cuarto, tratándola con brusquedad y dureza. Una vez llegan, la primera saca de su armario un sobre grande, el cual le tira los pies a Marcela. Ella mira el sobre con suspicacia.
Marcela: ¿Qué es eso?
Estela: Imagino que no debe ser fácil llevar una vida tan miserable y tan reprimida como la tuya. ¿Y por qué lo digo? La respuesta está justo frente a tus pies.
Marcela mira el sobre durante unos segundos. Mira a Estela con bastante desconfianza y lentamente se agacha para recogerlo. Luego vuelve a incorporarse y lo abre, sacando acto seguido el contenido. Marcela se sorprende al tener entre sus manos una baraja de fotos de ella misma en situaciones que la hacen ver comprometedora con Mariana, en donde ambas salen juntas, comen, se abrazan y ríen con bastante confianza.
Marcela: (furiosa) ¿Esto qué significa? ¿Cómo fuiste capaz? ¡Eres una infeliz! (Llora con ira)
Estela: (cínica) ¿Y por qué te pones así? ¿Hay algo en esas fotos por lo que deberías alterarte tanto?
Marcela: (gritando) ¿Qué buscas con esto? (Tira las fotos) ¿Por qué lo hiciste? ¿Me quieres humillar? ¿Qué quieres?
Estela: ¿Te has preguntado alguna vez por qué tu papá es así contigo? (Le da la espalda)
Marcela sólo guarda silencio, respira agitada, con los ojos hinchados y mirando con desmedida ira a Estela.
Estela: (dándole de nuevo la cara) Bien, pues si lo quieres saber, la respuesta también está dentro de ese sobre. Es la única oportunidad que tendrás de saber qué hay detrás del desprecio que Alfredo Saín siente por ti.
Marcela, ofuscada, vuelve a recoger el sobre del piso. Lo abre y saca unos papeles que empieza a leer. Conforme van pasando los segundos, Marcela desencaja totalmente el rostro. Comienza a temblar.
Estela: Y antes de que me digas que es una "patraña mía", te adelanto que no lo es. Fue fácil conseguir esos papeles y exámenes de ADN que delatan tu verdadero origen en unos folios que encontré aquí en la biblioteca.
Marcela: (histérica) ¡Cállate! ¡Todo esto es mentira! ¡Todo esto es falso! (Rompe los papeles)
Estela: (burlándose) Esas sólo eran copias. Los originales los tengo yo. Ya sabes por qué tu papito es así contigo. ¡Eres una bastarda!
Marcela: ¡No lo digas! (Tomándose del pelo, bastante nerviosa)
Estela: (burlándose) ¿No te parece curioso? Nunca te han querido porque hasta tu mamá cuando naciste, te abandonó en un orfanato, avergonzada de haber tenido una hija fuera del matrimonio, y también lo sé porque entre esos papeles que tienes ahí, perfectamente puedes ver la autorización que ella firmó para darte en adopción.
Marcela se derrumba en el piso a llorar, desgarrada y atormentada por las palabras de Estela. Esta última camina tras ella.
Marcela: Eso no puede ser…
Estela: (hablándole en el oído) Lo es. Es una realidad, Marcela. Más tarde tu mamá se arrepintió de lo que hizo y no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que Alfredo Saín te dio de muy mala gana su apellido, pero ¿de qué sirvió? Así que ahora dime…
Estela se inclina un poco y, desde atrás, le habla al oído a la joven.
Estela: ¿Quién es ahora la verdadera intrusa en esta casa? ¿Yo que he llegado hasta dónde estoy por mi talento o tú que fuiste una vil bastarda producto de un calentura de tu mamá?
Marcela, desesperada y presa de los nervios, se levanta del piso y le propina una cachetada a Estela.
Marcela: ¡Vete al infierno, maldita infeliz!
Estela: ¡La que se va a ir al infierno eres tú!
Estela toma de un brazo a Marcela, la levanta a fuerza del piso y la lleva hasta el baño. Una vez allí, Estela toma de la cabellera a Marcela y la hunde forzosamente en el lavamanos repleto de agua. La saca una y otra vez, hasta que Marcela empieza a toser.
Estela: ¡Vamos! ¡Suplícame que me detenga!
Marcela: ¡Déjame! (Gritando)
Ese último grito de Marcela se oye en eco.
PALOMA
INT. / CASA DE CARLOTA Y ALEXIS – NOCHE
Alexis habla por teléfono con Alfredo. El primero está en su cuarto, mirando la televisión. Alfredo, al otro lado de la línea, habla desde el mirador de su casa en Miami.


Alexis: Me alegra que estés devuelta, papá. Marcela me habló que estuviste en Nueva York durante dos meses en los conciertos de una nueva cantante de la disquera.
Alfredo: En efecto así fue. He obtenido bastante éxito con ella. Es una sensación en redes sociales y le ha traído ganancias millonarias a Style Music, más de las que te puedes imaginar.
Alexis: He oído algo sobre ella. Ishtar Jade me parece que es su nombre artístico, ¿no?
Alfredo: (nervioso) Sí, ese es. ¿La conoces por algún video?
Alexis: La verdad no. Me mantengo bastante ocupado en la sucursal de la disquera aquí en Paloma como para enterarme de las novedades musicales, además también me ocupo de no descuidar mi matrimonio.
Alfredo: Y hablando de eso, ¿cómo vas con Carlota Dos Santos?
Alexis: Bien. Carlota es una buena esposa. Intentamos no caer en la monotonía, con decirte que en un año de casados no hemos tenido ni una sola discusión. Es una esposa perfecta.
Alfredo: ¿Y realmente llevas una vida feliz con ella?
Alexis: ¿Por qué lo preguntas?
Alfredo: Hijo, tú eres joven, apuesto, todavía no pasas ni siquiera de los treinta años, mientras que Carlota es una mujer que te dobla la edad. ¿No has pensando en ser padre más adelante? ¿Crees que eso es posible estando casado con ella?
Carlota está a punto de entrar a la habitación, pero se detiene a escuchar detrás de la puerta.

Alexis: ¿Sabes, papá? Esta plática empieza a perder sentido. Yo soy feliz con Carlota tal y como estamos. La quiero y fue por eso que me casé con ella.
Alfredo: Está bien. No pienso cuestionarte más. Sólo piensa en tu futuro y en lo que realmente te convenga.
Alexis: Gracias, papá. Lo tendré en cuenta. Te quiero. Cuídate.
Alexis cuelga el teléfono un tanto pensativo. Carlota decide entrar, luciendo su pijama y se recuesta en la cama al lado de él.
Carlota: ¿Hablabas con alguien mi amor?
Alexis: Con mi papá. Ya volvió de su viaje en Nueva York.
Carlota: ¿Te dijo algo malo? Lo digo porque te noto raro, no sé...
Alexis: No me dijo nada. No te preocupes. Es sólo que hoy me siento más cansado y lo mejor es que me duerma ya. Buenas noches.
Carlota: ¿Y no me vas a dar un beso antes de dormir?
Alexis le da un beso en los labios a Carlota y acto seguido, se acuesta para el otro lado y se cubre con la cobija. Ella nota esa actitud.
EXT. CASA SAÍN – NOCHE
Unos enfermeros del hospital psiquiátrico se están llevando a Marcela. Ella grita y se revuelve, pero no logra soltarse. Alfredo observa muy decepcionado, acompañado de Estela quien finge pena por lo que pasa.



Marcela: ¡No! ¡Suéltenme! ¡Yo no estoy loca! ¡Papa, ayúdame! ¡No dejes que me lleven otra vez a ese lugar, por favor! ¡Papá! (Gritando desgarrada)
Los enfermeros la meten a la fuerza a la ambulancia. Alfredo decide entrar a la casa seguido de Estela. Los dos llegan hasta la sala, en donde Alfredo se sienta en un sofá. Estela, con disimulo, va hasta la licorera, le sirve tequila a Alfredo en una copa y saca del sostén gotero que contiene un líquido. Luego vierte un par de gotas de ese líquido con el gotero en el tequila y se lo vuelve a guardar en la misma parte.
Estela: Lo siento mucho, señor Saín (Le entrega la copa). También me da mucha tristeza esta situación con Marcela. Me rompió el corazón ver cómo los enfermeros se la estaban llevando, Dios mío. Pobrecita.
Alfredo: Créeme que yo lo siento más, pero la situación se me escapó de las manos. Marcela necesita ayuda profesional (Se bebe el tequila ante la mirada de malicia de Estela).
Estela: Tiene razón. Me aterró cuando entró a mi cuarto a gritarme, a insultarme y tratarme de ladrona porque según ella le había robado todo lo suyo. Intenté calmarla, explicarle las cosas, pero no oyó razones y se encerró en mi baño a tratar de ahogarse.
Alfredo: No es la primera que vez que intenta suicidarse. Ya lo ha hecho en varias ocasiones y sinceramente esta vez colmó mi paciencia.
Estela: (sentándose al lado de él) Usted no tiene por qué sentirse culpable. Todo lo contrario. Ha sido un buen padre. Es un hombre espectacular (Lo toma del rostro).
Alfredo: ¿Lo crees así?
Estela: Por supuesto. Ya quisiera yo tener un padre como usted, tan apuesto, pulcro, interesante…
Los dos se acercan a tal punto de casi juntar sus labios, hasta que finalmente se unen en un apasionado beso.
Alfredo: (separándose de ella) Estela…
Estela: Discúlpeme, pero no puedo seguir ignorando lo mucho que usted me gusta, señor Saín. Yo no me conformo con que usted sea sólo mi representante. Hace mucho que siento cosas hasta he llegado a pensar en lo mucho que me gustaría ser su mujer.
Alfredo: Pero muchacha, ¿te das cuenta de lo que me dices? Yo soy demasiado mayor para ti y…
Estela: (interrumpiéndolo) ¿Y eso qué? La edad para mí es lo de menos como también sé que usted se muere por hacerme suya porque yo también le gusto tanto como usted me gusta a mí.
Alfredo: Estela, por favor…
Estela vuelve a besar a Alfredo. Él no duda en corresponderle con más intensidad. La muchacha se le monta encima y comienza a desabotonarle la camisa, mientras él le besa el cuello, los hombros y le va bajando la cremallera del vestido apasionadamente. Estela sonríe satisfecha a sus espaldas.
SEMANAS DESPUÉS
INT. HOSPITAL PSIQUIÁTRICO/HABITACIÓN DE MARCELA – DÍA
Mariana le hace una visita a su amiga Marcela. Esta última está atada a camisa de fuerza, sentada en una esquina de la habitación con la mirada ida. Mariana se acerca a ella.


Mariana: (triste) Hola, Marcela… ¿Me reconoces? Soy yo, Mariana.
Marcela: (susurrando asustada) Estela… Estela es mala. Me da mucho miedo. ¡Es mala!
Mariana: ¡Ay, Marcela! ¿Ves hasta dónde te llevó el odio que sentías por Estela? (Derrama un par de lágrimas) ¿Lo ves?
Mariana le acaricia el pelo a Marcela mientras llora.
INT. CASA SAÍN/HABITACIÓN DE ESTELA – DÍA
Estela está frente al espejo, vestida con ropa deportiva y chaqueta, pero de hombre y se está recogiendo todo el cabello en una pinza. Luego se pone la capota de la chaqueta, saca una pistola del cajón de su tocador y la mira, quitándole el seguro y sonriendo con malicia.
Estela: Llegó el día.
EXT. DISQUERA STYLE MUSIC – DÍA
Ya casi está cayendo el sol en Miami. En la disquera casi no quedan empleados, salvo Mariana quien se alista para irse. Alfredo sale de su oficina y se cruza con ella.


Mariana: ¿Ya se va, don Alfredo?
Alfredo: Sí, Mariana. ¿Te vas a quedar haciendo el trabajo extra que te pedí?
Mariana: Por supuesto. Mañana bien temprano lo va a tener listo sobre su escritorio. No se preocupe (Le sonríe). Que tenga buena noche.
Alfredo: Igualmente.
Alfredo sube al ascensor. Minutos después, se baja en el estacionamiento de la disquera y se dirige a su auto mientras observa la hora en su celular. Cerca de allí, hay una persona misteriosa observando a Alfredo sin que éste se dé cuenta. Es Estela usando la ropa que se describió anteriormente y tiene una pistola en manos.
La joven se dirige a pasos silenciosos hacia Alfredo, quien trata de abrir su auto. Llega hasta él y le apunta con la pistola en la cabeza. Alfredo se paraliza en ese instante.
Estela: (engrosando la voz) ¡No te muevas!
Alfredo: (asustado) ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres? ¿Vas a robarme?
Estela: ¡Cállese! Suba al auto. Vamos a ir sólo a donde yo indique y no intente nada porque lo puedo matar ahora mismo sin piedad. ¡Suba!
Alfredo está a punto de abrir la puerta del piloto. Justo en ese momento se aparece Mariana.
Mariana: (aterrada) ¡Don Alfredo!
Estela se distrae y Alfredo aprovecha para intentar quitarle el arma a Estela. Los dos empiezan a forcejear.
Mariana (desesperada): ¡Ay, por Dios! ¡Auxilio, por favor! ¡Guardia! ¡Guardia!
Alfredo le pega un puño a Estela y logra arrebatarle la pistola. Ella, sin dar espera, se da al escape cuidando que no se le caiga la capota de la chaqueta.
Alfredo: ¡Maldito, no te vas a escapar! (Dispara varias veces, sin éxito)
Mariana: ¡Ay, don Alfredo, no dispare por favor! (Va corriendo hacia él) ¡Deténgase! ¡Puede ser peor!
Alfredo deja de disparar y se recuesta en el auto.
Alfredo: (agitado) Tienes razón (Suelta la pistola) Menos mal llegaste a tiempo, muchacha, antes de que ese maleante tuviera oportunidad de matarme.
Mariana: ¿No le hizo nada?
Alfredo: No, no te preocupes. Estoy bien.
Mariana: Por suerte me vine corriendo lo más rápido que pude para alcanzar a preguntarle algo antes de que se fuera y justo me encuentro con ese tipo apuntándole con la pistola. Por un momento pensé lo peor, don Alfredo. Gracias a Dios usted está bien.
Alfredo: Ya pasó. Lo mejor será llamar a la policía para que se lleven la pistola. Lo más seguro es que ni siquiera esté legalizada.
Mariana: Y no sólo eso. También hay que levantar una denuncia o alguna orden de protección para usted. No vaya a ser que ese tipo quiera regresar a terminar lo que no pudo.
Alfredo: Tal vez sólo era un ladrón, no sé. No creo que haya sido planeado.
Mariana: De todos modos no está de más prevenir. Además, es raro que entrara a la disquera y burlara la seguridad. Ya mismo llamo la policía.
Mariana saca su celular para llamar. Mientras lo hace, Alfredo nota algo caído en el piso: un dije. Se agacha y la recoge, mirándola pensativo
INT. CASA SAÍN – NOCHE
Estela se encierra muy asustada y ofuscada en su cuarto. Todavía lleva puesta la misma ropa.

Estela: (furiosa) ¡Maldición! ¡Tenía que salir mal! ¡Tenía que aparecerse esa estúpida! ¿Qué demonios hacía a esa hora todavía en la disquera si Alfredo siempre es el último en irse?
De repente, Estela oye a lo lejos que Alfredo llega e inmediatamente empieza a quitarse la ropa. Mientras tanto, Alfredo deja su maletín tirado sobre el sofá de la sala.

Alfredo: ¿Estela? ¿Estás en casa?
Él se dirige hacia el cuarto de Estela y toca la puerta antes de entrar. Estela termina de ponerse su pijama y una bata. Toma un libro, se recuesta sobre la cama y finge que está leyendo.
Estela: Adelante.
Alfredo entra a la habitación mirándola serio. Esta sonríe al verlo y se levanta para saludarlo.
Estela: Hola, mi amor (Intenta besarlo, pero él le esquiva el rostro). ¿Te pasa algo?
Alfredo: Tuve un día duro en la disquera. Estoy cansado.
Estela: Entonces, puedo hacerte un delicioso masaje para que te relajes (Empieza a desabotonarle la camisa) ¿Qué te parece?
Alfredo con disimulo nota que Estela no lleva puesto el dije en el cuello.
Alfredo: ¿Por qué no estás usando el dije que te regalé?
Estela: ¿El dije? (Tocándose el cuello) Eh... Lo guardé (Miente). Imagínate que me causa alergia el material del que está hecho, así que preferí quitármelo.
Alfredo: (irónico) ¿En serio? (Se casa el dije del bolsillo del pantalón) Entonces, ¿por qué lo tengo yo? Este es, ¿no? Es el mismo dije que te regalé con la inicial de tu nombre.
Estela se queda atónita sin saber qué decir.
Alfredo: ¿Qué pretendías, Estela? ¿Matarme, secuestrarme?
Estela: (nerviosa) No sé de qué me hablas, Alfredo
Alfredo: ¡No me mientas! (Le pega una brutal bofetada)
Estela: (adolorida) ¿Qué te pasa? ¿Te volviste loco?
Alfredo: ¡Eres una perra, una cualquiera! (La tumba sobre la cama) Mi hija tenía razón. Te metiste en mi vida para destruirme (Le pega otra bofetada). Eres cómplice de Carlota Dos Santos, ¿no? ¡Habla! (Le grita zarandeándola)
Estela: ¡Suéltame! ¡Infeliz, animal!
Alfredo pierde los estribos, se lanza sobre Estela y comienza a golpearla una y otra vez
Alfredo: ¿Cómo me pude equivocar tanto contigo y durante todo este tiempo? Te di mi confianza, te llevé alto. De una sucia, maloliente y corriente pasaste a ser una dama por mí.
Estela: ¡Argh! ¡Ya no más! ¡Detente! ¡Me vas matar!
Alfredo: Eso es justo lo que haré contigo. ¡Traidora! ¡Digna sobrina de Carlota Dos Santos tenías que ser! ¡Zorra! (Pegándole)
Estela le pega con una de sus rodillas a Alfredo en los genitales y aprovecha para salir corriendo mientras este cae al suelo adolorido por el golpe. La muchacha, con el rostro sangrando y herida, entra al despacho de la casa y le pone seguro a la puerta. Luego empieza a buscar desesperada en los cajones del escritorio. Alfredo empieza a golpear la puerta tratando de entrar.
Alfredo: (hablando desde afuera) ¡Sal de ahí, Estela! ¡Va a ser peor para ti si no sales!
Estela: ¿En dónde está? Estoy segura que por aquí hay una, pero ¿en dónde?
Estela sigue buscando en los estantes donde están ubicados algunos libros hasta que encuentra una pistola. En eso Alfredo logra tumbar la puerta y entra al despacho. Estela le apunta casi que temblando.
Estela: (histérica) ¡Atrás! Ni se te ocurra acercarte porque te mato, Alfredo. ¡Te mato!
Alfredo: (retrocediendo) No es necesario que llegues a esos extremos. No vayas a cometer una locura.
Estela: ¿Una locura? Hace unos segundos estabas dispuesto a matarme a golpes, desgraciado. ¿Y me dices que esto es una locura?
Alfredo: ¡Está bien! Me pasé! ¡Me cegué por la ira! ¡Baja la pistola!
Estela: ¿Sabes qué pretendía hacer? Obligarte a firmar un testamento que yo falsifiqué en el que me herederas un cincuenta por ciento de tus bienes al morir. Una lástima que todo me haya salido mal.
Alfredo: ¿Por qué? ¿Qué más quieres si eres un ídolo musical? Tienes fama, dinero, belleza.
Estela: (gritando) ¡Quiero más! Mucho más para ser poderosa, para que nadie tenga oportunidad de estar por encima de mí. ¡Para vengarme de cada bastardo que un pasado me humilló!
Alfredo: Estás enferma.
Estela: Para nada. Querer poder, dinero y venganza no es estar enferma. Es ser audaz. Tú sólo fuiste un instrumento que utilicé para escalar y darme un lugar. Ahora no te necesito, así que... (Le quita el seguro a la pistola)
Alfredo: (nervioso) ¿Qué estás haciendo, Estela? ¡Baja eso!
Estela: (apuntándole con el arma) ¡Muérete maldito!
La histérica muchacha dispara. La bala cae directo en el corazón de Alfredo. Este cae fulminado al piso. Estela se acerca a él y le lanza una mirada penetrante de desprecio, y como último acto, le dispara dos veces más en el pecho.
CONTINUARÁ...


Carlota: ¿Por qué no me respondes? ¿Me estás viendo la cara de idiota?
Hilda: (levantándose del piso) Le aseguro que no sé de qué me habla. Como le dije, yo no pretendo nada con el señor Alexis. Es mi patrón, su marido. Yo no podría meterme con él.
Carlota se para de la silla. Empieza a caminar detrás de Hilda, respirándole cerca del cuello. Hilda se pone nerviosa.
Carlota: ¿Te gusta?
Hilda: (solloza) Claro que no.
Carlota: Mentira. Te gusta Alexis, aunque lo niegues. Lo puedo presentir. Lo veo cuando estás cerca de él. Le sonríes como una descarada, como una ofrecida. ¡Te gusta!
Carlota se aleja de Hilda. Ella rompe a llorar.
Carlota: Escúchame bien, muchachita. Tú presencia en esta casa está comenzando a molestarme. De hecho ni siquiera tendría por qué aguantar tu cara de mojigata. Puedo perfectamente echarte a la calle y contratar otra empleada.
Hilda: (desesperada) Le suplico que por favor no me vaya a despedir señora Carlota. Se lo suplico, por lo que más quiera. Necesito este trabajo. Usted sabe que mi mamá no ha estado bien de salud.
Carlota: ¡Ya cállate! ¡Y deja de llorar que me haces perder la paciencia!
Hilda se reprime el llanto.
Carlota: Todas las de tu clase son iguales. Todas son unas mosquitas muertas que les coquetean a sus patrones. Me las conozco muy bien.
Hilda: Le pido que por favor me dé otra oportunidad señora. Le prometo que voy a tratar de ser más cortante con el señor Alexis para evitar que usted se moleste, pero por favor no me despida
Carlota: Eso va a depender de ti. Con cualquier confianza o cualquier sonrisa que vea entre tú y Alexis, te echo a la calle sin compasión y de paso, muevo todas mis influencias para asegurarme de que nunca vuelvas a encontrar trabajo con ninguna familia respetable de la ciudad.
Hilda asienta con la cabeza entre lágrimas. Carlota ve por un momento en Hilda a aquella Estela que una vez tanto humilló y eso la perturba, por lo que se decide irse. Una vez que Hilda se queda sola, se derrumba a llorar en el piso.
MIAMI
INT. CASA SAÍN/CUARTO DE ALFREDO – AL DÍA SIGUIENTE
Estela entra al cuarto de Alfredo a pasos silenciosos sonriendo con malicia. Lleva un vestido corto que resalta su esbelta figura. Alfredo se ducha sin percatarse de la presencia de ella. En ese momento él sale del baño semidesnudo, cubierto con una toalla del torso para abajo y se sorprende al ver a Estela.


Alfredo: ¡Estela!
Estela: (fingiendo vergüenza) Le ruego que me disculpe, señor Saín. Yo no sabía que usted estaba bañándose. Lo siento mucho. Ya me retiro.
La joven intenta irse, pero finge que se enreda con el tacón y cae al piso.
Estela: ¡Argh!
Alfredo corre hacia ella, preocupado, y se inclina.
Alfredo: ¿Estás bien?
Estela: Sí, creo que sí (Mirándolo con sensualidad). Creo que me lastimé un poco el tobillo, pero no es nada. Yo sólo venía a decirle que el desayuno está listo (Le habla cerca al oído).
Alfredo: (nervioso) ¿Estás segura que… no te duele nada más?
Estela: Claro, no se preocupe. Puedo caminar. ¿Sabe, algo señor Saín? Tal vez este no sea el momento propicio, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de decirle lo apuesto que es usted. La verdad es que no logro entender cómo puede seguir viudo todavía.
Alfredo: Estela, yo... siento que este no es un momento muy cómodo para los dos.
Estela: (sonriéndole astuta) ¿Por qué? ¿Le molesta que le diga el hombre tan especial que es? Tiene muchas virtudes que no cualquier otro hombre podría tener.
Alfredo: Te agradezco los elogios, pero lo mejor es que dejemos esta conversación para después. Como te digo, ahora no es momento. Yo necesito vestirme… ¿Me entiendes?
Estela: Claro que sí (Se levanta del piso, ayudada por Alfredo). Ya me retiro y de nuevo le pido disculpas. No quería molestarlo.
Estela sale de la habitación, caminando con mucha sensualidad y elegancia. Alfredo no puede evitar quedarse mirándola con fascinación, pero intenta ignorar esos gestos de seducción.
EXT. CEMENTERIO – DÍA
Mariana es la única persona que asiste al entierro de su padrastro, El doctor Alcaraz. Va vestida de negro. Los sepultureros terminan de enterrar el ataúd y después se van.

Mariana: La muerte fue algo que nunca te deseé a pesar del daño que me hiciste (Hablando con resentimiento). Pero no puedo negar que ahora que estás muerto, siento que me quité un peso de encima y el inmenso desprecio que me produces no ha cambiado como tampoco creo que vaya a cambiar.
Ella le lanza una última mirada de desprecio a la tumba del que era su padrastro y se va caminando hacia la salida del cementerio.
PALOMA
INT. CASA DE CARLOTA Y ALEXIS/COCINA – DÍA

Hilda prepara el almuerzo, mientras ve por televisión la telenovela del medio día "La Intrusa". También está llorando. Alexis entra a la cocina y se extraña al verla así.


Alexis: ¿Hilda? ¿De nuevo llorando?
Hilda: (limpiándose las lágrimas) Claro que no, señor. No se preocupe. Sí estaba llorando, pero es por la novela que está buenísima. Fíjese que la protagonista heredó la fortuna de un señor muy rico, pero los hijos de él la tratan muy mal porque la consideran una ladrona. Ya ve usted cómo me pongo por estas cosas (Riendo).
Alexis: ¿Estás segura que es sólo por eso? Es que no sé. Me da la impresión de que cuando me acerco a ti, por alguna razón, te hago sentir mal, incómoda... ¿Es eso? ¿Te pasa algo conmigo? ¿Te caigo mal?
Hilda: Claro que no. ¿Cómo puede decir eso? Usted nunca podría caerme mal, menos con lo bien que me trata siendo yo solo la sirvienta.
Alexis: Eres la empleada, pero eso no es solo un trabajo. Tú eres más que eso Hilda. Un trabajo no hace menos o más humano a alguien.
Hilda: Gracias, pero de igual forma, aunque mi trabajo no me haga menos, mientras sea la sirvienta debo darme mi lugar y por lo mismo, le pido que por favor tengamos una relación estricta de patrón y empleada. No trate de hacer amistad conmigo. Es mejor así
Alexis: ¿Lo ves? Hay algo en mí que te molesta o sino, no estarías siendo tan cortante conmigo. Dime, Hilda. ¿Qué pasa?
Hilda: No pasa nada. Lo mejor es que dejemos así. Y por favor no insista en preguntarme porque entonces voy a verme obligada a renunciar. Con permiso.
Hilda agacha la cabeza, deja de cocinar y sale, dejando a Alexis muy extrañado.
INT. CASA SAÍN/BIBLIOTECA – NOCHE
Estela está sentada frente a un computador. Busca información de Paloma, la isla turística en la que viven Alexis y Carlota.

Estela: Ya tengo todo fríamente planeado desde hace meses y estoy segura que nada va a fallar. Es cuestión de mover de la mejor manera mis fichas en este tablero de ajedrez para llegar al jaque mate. Muy pronto vas a volver a saber de mí, Carlota. ¡Muy pronto! (Dice con firmeza)
Estela cruza las piernas, sonriendo con astucia y toma una manzana roja a la cual le da un mordisco. Marcela entra de repente a la biblioteca y se acerca a ella. Estela sigue sentada sonriendo y deleitándose con su apetitosa manzana.

Marcela: Imagino que estarás contenta, ¿no? Ya no queda nada de esa sucia pordiosera que mi papá trajo a esta casa hace poco más de un año. Te convertiste en la aclamada “Ishtar Jade”.
Estela: (sarcástica) Hola, Marcela. También me da gusto verte.
Marcela: (molesta) ¡Déjate de sarcasmos que no los soporto! (Golpea el escritorio) Me tiene harta tener que fingir lo que no siento y no voy a desaprovechar el momento para decirte un par de verdades. ¡Zorra!
Estela: Efectivamente, veo que no quieres desaprovechar la oportunidad de insultarme y de restregarme en la cara la envidia que sientes por mí. ¡Te ves tan patética!
Marcela: (furiosa) ¡Cállate! Lograste lo que siempre buscaste. Te le metiste por los ojos a mi papá para que te llevara a la cima. Me arrebataste todo lo que es mío. ¡Todo lo que tenía que ser mío lo tienes tú! ¡Me quitaste a mi papá, mis sueños, mi lugar! ¡Ladrona! ¡Perra!
Estela frunce el ceño, se levanta y le propina una sonora cachetada a Marcela y sin dar espera, la toma con fuerza de la cabellera.
Estela: ¡Estás comenzando a colmar mi paciencia, estúpida! ¿Te arrebaté tu lugar? ¿Qué lugar? ¿Cuándo todo lo que me dices ha sido tuyo?
Marcela: (llorando) ¡Desgraciada! ¡Suéltame!
Estela: (jalándola más fuerte) En definitiva eres patética, Marcela. ¡Eres una pobre estúpida! Pero yo también tengo que decirte un par de verdades. Empecemos por don Alfredo. Tu querido papito, que siempre te he despreciado, que nunca te ha dado la mayor importancia.
Marcela: ¿Tú qué sabes?
Estela: Mucho más de lo que crees.
Estela suelta con brusquedad del pelo a Marcela y empieza a caminar tras ella. Marcela derrama lágrimas en silencio.
Estela: De eso me surge una duda razonable. ¿De veras piensas que te arrebaté a tu padre? (Pregunta con burla e incredulidad) ¿Realmente tu mente es tan estrecha y patética para decirme semejante cosa? Tú y yo sabemos que con mi llegada a esta casa, las cosas entre tú y él no han cambiado. Siguen siendo las mismas. La verdad sea dicha.
Marcela: (apretando los dientes) ¡Eres una…!
Estela: (sonriendo) ¿Te duele la verdad? Te recuerdo que la que empezó con este asunto fuiste tú. Pues bien. ¡Continuémoslo!
Estela toma de un brazo a Marcela y trata de llevársela obligada a una parte, sin embargo Marcela se suelta.
Marcela: (desafiante) ¡No me vuelvas a poner una mano encima, estúpida! No pienso ir contigo a ninguna parte.
Estela: (tomándola de la quijada) ¡Limítate a obedecerme!
Estela la vuelve a tomar del brazo y la lleva hasta su cuarto, tratándola con brusquedad y dureza. Una vez llegan, la primera saca de su armario un sobre grande, el cual le tira los pies a Marcela. Ella mira el sobre con suspicacia.
Marcela: ¿Qué es eso?
Estela: Imagino que no debe ser fácil llevar una vida tan miserable y tan reprimida como la tuya. ¿Y por qué lo digo? La respuesta está justo frente a tus pies.
Marcela mira el sobre durante unos segundos. Mira a Estela con bastante desconfianza y lentamente se agacha para recogerlo. Luego vuelve a incorporarse y lo abre, sacando acto seguido el contenido. Marcela se sorprende al tener entre sus manos una baraja de fotos de ella misma en situaciones que la hacen ver comprometedora con Mariana, en donde ambas salen juntas, comen, se abrazan y ríen con bastante confianza.
Marcela: (furiosa) ¿Esto qué significa? ¿Cómo fuiste capaz? ¡Eres una infeliz! (Llora con ira)
Estela: (cínica) ¿Y por qué te pones así? ¿Hay algo en esas fotos por lo que deberías alterarte tanto?
Marcela: (gritando) ¿Qué buscas con esto? (Tira las fotos) ¿Por qué lo hiciste? ¿Me quieres humillar? ¿Qué quieres?
Estela: ¿Te has preguntado alguna vez por qué tu papá es así contigo? (Le da la espalda)
Marcela sólo guarda silencio, respira agitada, con los ojos hinchados y mirando con desmedida ira a Estela.
Estela: (dándole de nuevo la cara) Bien, pues si lo quieres saber, la respuesta también está dentro de ese sobre. Es la única oportunidad que tendrás de saber qué hay detrás del desprecio que Alfredo Saín siente por ti.
Marcela, ofuscada, vuelve a recoger el sobre del piso. Lo abre y saca unos papeles que empieza a leer. Conforme van pasando los segundos, Marcela desencaja totalmente el rostro. Comienza a temblar.
Estela: Y antes de que me digas que es una "patraña mía", te adelanto que no lo es. Fue fácil conseguir esos papeles y exámenes de ADN que delatan tu verdadero origen en unos folios que encontré aquí en la biblioteca.
Marcela: (histérica) ¡Cállate! ¡Todo esto es mentira! ¡Todo esto es falso! (Rompe los papeles)
Estela: (burlándose) Esas sólo eran copias. Los originales los tengo yo. Ya sabes por qué tu papito es así contigo. ¡Eres una bastarda!
Marcela: ¡No lo digas! (Tomándose del pelo, bastante nerviosa)
Estela: (burlándose) ¿No te parece curioso? Nunca te han querido porque hasta tu mamá cuando naciste, te abandonó en un orfanato, avergonzada de haber tenido una hija fuera del matrimonio, y también lo sé porque entre esos papeles que tienes ahí, perfectamente puedes ver la autorización que ella firmó para darte en adopción.
Marcela se derrumba en el piso a llorar, desgarrada y atormentada por las palabras de Estela. Esta última camina tras ella.
Marcela: Eso no puede ser…
Estela: (hablándole en el oído) Lo es. Es una realidad, Marcela. Más tarde tu mamá se arrepintió de lo que hizo y no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que Alfredo Saín te dio de muy mala gana su apellido, pero ¿de qué sirvió? Así que ahora dime…
Estela se inclina un poco y, desde atrás, le habla al oído a la joven.
Estela: ¿Quién es ahora la verdadera intrusa en esta casa? ¿Yo que he llegado hasta dónde estoy por mi talento o tú que fuiste una vil bastarda producto de un calentura de tu mamá?
Marcela, desesperada y presa de los nervios, se levanta del piso y le propina una cachetada a Estela.
Marcela: ¡Vete al infierno, maldita infeliz!
Estela: ¡La que se va a ir al infierno eres tú!
Estela toma de un brazo a Marcela, la levanta a fuerza del piso y la lleva hasta el baño. Una vez allí, Estela toma de la cabellera a Marcela y la hunde forzosamente en el lavamanos repleto de agua. La saca una y otra vez, hasta que Marcela empieza a toser.
Estela: ¡Vamos! ¡Suplícame que me detenga!
Marcela: ¡Déjame! (Gritando)
Ese último grito de Marcela se oye en eco.
PALOMA
INT. / CASA DE CARLOTA Y ALEXIS – NOCHE
Alexis habla por teléfono con Alfredo. El primero está en su cuarto, mirando la televisión. Alfredo, al otro lado de la línea, habla desde el mirador de su casa en Miami.


Alexis: Me alegra que estés devuelta, papá. Marcela me habló que estuviste en Nueva York durante dos meses en los conciertos de una nueva cantante de la disquera.
Alfredo: En efecto así fue. He obtenido bastante éxito con ella. Es una sensación en redes sociales y le ha traído ganancias millonarias a Style Music, más de las que te puedes imaginar.
Alexis: He oído algo sobre ella. Ishtar Jade me parece que es su nombre artístico, ¿no?
Alfredo: (nervioso) Sí, ese es. ¿La conoces por algún video?
Alexis: La verdad no. Me mantengo bastante ocupado en la sucursal de la disquera aquí en Paloma como para enterarme de las novedades musicales, además también me ocupo de no descuidar mi matrimonio.
Alfredo: Y hablando de eso, ¿cómo vas con Carlota Dos Santos?
Alexis: Bien. Carlota es una buena esposa. Intentamos no caer en la monotonía, con decirte que en un año de casados no hemos tenido ni una sola discusión. Es una esposa perfecta.
Alfredo: ¿Y realmente llevas una vida feliz con ella?
Alexis: ¿Por qué lo preguntas?
Alfredo: Hijo, tú eres joven, apuesto, todavía no pasas ni siquiera de los treinta años, mientras que Carlota es una mujer que te dobla la edad. ¿No has pensando en ser padre más adelante? ¿Crees que eso es posible estando casado con ella?
Carlota está a punto de entrar a la habitación, pero se detiene a escuchar detrás de la puerta.

Alexis: ¿Sabes, papá? Esta plática empieza a perder sentido. Yo soy feliz con Carlota tal y como estamos. La quiero y fue por eso que me casé con ella.
Alfredo: Está bien. No pienso cuestionarte más. Sólo piensa en tu futuro y en lo que realmente te convenga.
Alexis: Gracias, papá. Lo tendré en cuenta. Te quiero. Cuídate.
Alexis cuelga el teléfono un tanto pensativo. Carlota decide entrar, luciendo su pijama y se recuesta en la cama al lado de él.
Carlota: ¿Hablabas con alguien mi amor?
Alexis: Con mi papá. Ya volvió de su viaje en Nueva York.
Carlota: ¿Te dijo algo malo? Lo digo porque te noto raro, no sé...
Alexis: No me dijo nada. No te preocupes. Es sólo que hoy me siento más cansado y lo mejor es que me duerma ya. Buenas noches.
Carlota: ¿Y no me vas a dar un beso antes de dormir?
Alexis le da un beso en los labios a Carlota y acto seguido, se acuesta para el otro lado y se cubre con la cobija. Ella nota esa actitud.
EXT. CASA SAÍN – NOCHE
Unos enfermeros del hospital psiquiátrico se están llevando a Marcela. Ella grita y se revuelve, pero no logra soltarse. Alfredo observa muy decepcionado, acompañado de Estela quien finge pena por lo que pasa.



Marcela: ¡No! ¡Suéltenme! ¡Yo no estoy loca! ¡Papa, ayúdame! ¡No dejes que me lleven otra vez a ese lugar, por favor! ¡Papá! (Gritando desgarrada)
Los enfermeros la meten a la fuerza a la ambulancia. Alfredo decide entrar a la casa seguido de Estela. Los dos llegan hasta la sala, en donde Alfredo se sienta en un sofá. Estela, con disimulo, va hasta la licorera, le sirve tequila a Alfredo en una copa y saca del sostén gotero que contiene un líquido. Luego vierte un par de gotas de ese líquido con el gotero en el tequila y se lo vuelve a guardar en la misma parte.
Estela: Lo siento mucho, señor Saín (Le entrega la copa). También me da mucha tristeza esta situación con Marcela. Me rompió el corazón ver cómo los enfermeros se la estaban llevando, Dios mío. Pobrecita.
Alfredo: Créeme que yo lo siento más, pero la situación se me escapó de las manos. Marcela necesita ayuda profesional (Se bebe el tequila ante la mirada de malicia de Estela).
Estela: Tiene razón. Me aterró cuando entró a mi cuarto a gritarme, a insultarme y tratarme de ladrona porque según ella le había robado todo lo suyo. Intenté calmarla, explicarle las cosas, pero no oyó razones y se encerró en mi baño a tratar de ahogarse.
Alfredo: No es la primera que vez que intenta suicidarse. Ya lo ha hecho en varias ocasiones y sinceramente esta vez colmó mi paciencia.
Estela: (sentándose al lado de él) Usted no tiene por qué sentirse culpable. Todo lo contrario. Ha sido un buen padre. Es un hombre espectacular (Lo toma del rostro).
Alfredo: ¿Lo crees así?
Estela: Por supuesto. Ya quisiera yo tener un padre como usted, tan apuesto, pulcro, interesante…
Los dos se acercan a tal punto de casi juntar sus labios, hasta que finalmente se unen en un apasionado beso.
Alfredo: (separándose de ella) Estela…
Estela: Discúlpeme, pero no puedo seguir ignorando lo mucho que usted me gusta, señor Saín. Yo no me conformo con que usted sea sólo mi representante. Hace mucho que siento cosas hasta he llegado a pensar en lo mucho que me gustaría ser su mujer.
Alfredo: Pero muchacha, ¿te das cuenta de lo que me dices? Yo soy demasiado mayor para ti y…
Estela: (interrumpiéndolo) ¿Y eso qué? La edad para mí es lo de menos como también sé que usted se muere por hacerme suya porque yo también le gusto tanto como usted me gusta a mí.
Alfredo: Estela, por favor…
Estela vuelve a besar a Alfredo. Él no duda en corresponderle con más intensidad. La muchacha se le monta encima y comienza a desabotonarle la camisa, mientras él le besa el cuello, los hombros y le va bajando la cremallera del vestido apasionadamente. Estela sonríe satisfecha a sus espaldas.
SEMANAS DESPUÉS
INT. HOSPITAL PSIQUIÁTRICO/HABITACIÓN DE MARCELA – DÍA
Mariana le hace una visita a su amiga Marcela. Esta última está atada a camisa de fuerza, sentada en una esquina de la habitación con la mirada ida. Mariana se acerca a ella.


Mariana: (triste) Hola, Marcela… ¿Me reconoces? Soy yo, Mariana.
Marcela: (susurrando asustada) Estela… Estela es mala. Me da mucho miedo. ¡Es mala!
Mariana: ¡Ay, Marcela! ¿Ves hasta dónde te llevó el odio que sentías por Estela? (Derrama un par de lágrimas) ¿Lo ves?
Mariana le acaricia el pelo a Marcela mientras llora.
INT. CASA SAÍN/HABITACIÓN DE ESTELA – DÍA
Estela está frente al espejo, vestida con ropa deportiva y chaqueta, pero de hombre y se está recogiendo todo el cabello en una pinza. Luego se pone la capota de la chaqueta, saca una pistola del cajón de su tocador y la mira, quitándole el seguro y sonriendo con malicia.
Estela: Llegó el día.
EXT. DISQUERA STYLE MUSIC – DÍA
Ya casi está cayendo el sol en Miami. En la disquera casi no quedan empleados, salvo Mariana quien se alista para irse. Alfredo sale de su oficina y se cruza con ella.


Mariana: ¿Ya se va, don Alfredo?
Alfredo: Sí, Mariana. ¿Te vas a quedar haciendo el trabajo extra que te pedí?
Mariana: Por supuesto. Mañana bien temprano lo va a tener listo sobre su escritorio. No se preocupe (Le sonríe). Que tenga buena noche.
Alfredo: Igualmente.
Alfredo sube al ascensor. Minutos después, se baja en el estacionamiento de la disquera y se dirige a su auto mientras observa la hora en su celular. Cerca de allí, hay una persona misteriosa observando a Alfredo sin que éste se dé cuenta. Es Estela usando la ropa que se describió anteriormente y tiene una pistola en manos.
La joven se dirige a pasos silenciosos hacia Alfredo, quien trata de abrir su auto. Llega hasta él y le apunta con la pistola en la cabeza. Alfredo se paraliza en ese instante.
Estela: (engrosando la voz) ¡No te muevas!
Alfredo: (asustado) ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres? ¿Vas a robarme?
Estela: ¡Cállese! Suba al auto. Vamos a ir sólo a donde yo indique y no intente nada porque lo puedo matar ahora mismo sin piedad. ¡Suba!
Alfredo está a punto de abrir la puerta del piloto. Justo en ese momento se aparece Mariana.
Mariana: (aterrada) ¡Don Alfredo!
Estela se distrae y Alfredo aprovecha para intentar quitarle el arma a Estela. Los dos empiezan a forcejear.
Mariana (desesperada): ¡Ay, por Dios! ¡Auxilio, por favor! ¡Guardia! ¡Guardia!
Alfredo le pega un puño a Estela y logra arrebatarle la pistola. Ella, sin dar espera, se da al escape cuidando que no se le caiga la capota de la chaqueta.
Alfredo: ¡Maldito, no te vas a escapar! (Dispara varias veces, sin éxito)
Mariana: ¡Ay, don Alfredo, no dispare por favor! (Va corriendo hacia él) ¡Deténgase! ¡Puede ser peor!
Alfredo deja de disparar y se recuesta en el auto.
Alfredo: (agitado) Tienes razón (Suelta la pistola) Menos mal llegaste a tiempo, muchacha, antes de que ese maleante tuviera oportunidad de matarme.
Mariana: ¿No le hizo nada?
Alfredo: No, no te preocupes. Estoy bien.
Mariana: Por suerte me vine corriendo lo más rápido que pude para alcanzar a preguntarle algo antes de que se fuera y justo me encuentro con ese tipo apuntándole con la pistola. Por un momento pensé lo peor, don Alfredo. Gracias a Dios usted está bien.
Alfredo: Ya pasó. Lo mejor será llamar a la policía para que se lleven la pistola. Lo más seguro es que ni siquiera esté legalizada.
Mariana: Y no sólo eso. También hay que levantar una denuncia o alguna orden de protección para usted. No vaya a ser que ese tipo quiera regresar a terminar lo que no pudo.
Alfredo: Tal vez sólo era un ladrón, no sé. No creo que haya sido planeado.
Mariana: De todos modos no está de más prevenir. Además, es raro que entrara a la disquera y burlara la seguridad. Ya mismo llamo la policía.
Mariana saca su celular para llamar. Mientras lo hace, Alfredo nota algo caído en el piso: un dije. Se agacha y la recoge, mirándola pensativo
INT. CASA SAÍN – NOCHE
Estela se encierra muy asustada y ofuscada en su cuarto. Todavía lleva puesta la misma ropa.

Estela: (furiosa) ¡Maldición! ¡Tenía que salir mal! ¡Tenía que aparecerse esa estúpida! ¿Qué demonios hacía a esa hora todavía en la disquera si Alfredo siempre es el último en irse?
De repente, Estela oye a lo lejos que Alfredo llega e inmediatamente empieza a quitarse la ropa. Mientras tanto, Alfredo deja su maletín tirado sobre el sofá de la sala.

Alfredo: ¿Estela? ¿Estás en casa?
Él se dirige hacia el cuarto de Estela y toca la puerta antes de entrar. Estela termina de ponerse su pijama y una bata. Toma un libro, se recuesta sobre la cama y finge que está leyendo.
Estela: Adelante.
Alfredo entra a la habitación mirándola serio. Esta sonríe al verlo y se levanta para saludarlo.
Estela: Hola, mi amor (Intenta besarlo, pero él le esquiva el rostro). ¿Te pasa algo?
Alfredo: Tuve un día duro en la disquera. Estoy cansado.
Estela: Entonces, puedo hacerte un delicioso masaje para que te relajes (Empieza a desabotonarle la camisa) ¿Qué te parece?
Alfredo con disimulo nota que Estela no lleva puesto el dije en el cuello.
Alfredo: ¿Por qué no estás usando el dije que te regalé?
Estela: ¿El dije? (Tocándose el cuello) Eh... Lo guardé (Miente). Imagínate que me causa alergia el material del que está hecho, así que preferí quitármelo.
Alfredo: (irónico) ¿En serio? (Se casa el dije del bolsillo del pantalón) Entonces, ¿por qué lo tengo yo? Este es, ¿no? Es el mismo dije que te regalé con la inicial de tu nombre.
Estela se queda atónita sin saber qué decir.
Alfredo: ¿Qué pretendías, Estela? ¿Matarme, secuestrarme?
Estela: (nerviosa) No sé de qué me hablas, Alfredo
Alfredo: ¡No me mientas! (Le pega una brutal bofetada)
Estela: (adolorida) ¿Qué te pasa? ¿Te volviste loco?
Alfredo: ¡Eres una perra, una cualquiera! (La tumba sobre la cama) Mi hija tenía razón. Te metiste en mi vida para destruirme (Le pega otra bofetada). Eres cómplice de Carlota Dos Santos, ¿no? ¡Habla! (Le grita zarandeándola)
Estela: ¡Suéltame! ¡Infeliz, animal!
Alfredo pierde los estribos, se lanza sobre Estela y comienza a golpearla una y otra vez
Alfredo: ¿Cómo me pude equivocar tanto contigo y durante todo este tiempo? Te di mi confianza, te llevé alto. De una sucia, maloliente y corriente pasaste a ser una dama por mí.
Estela: ¡Argh! ¡Ya no más! ¡Detente! ¡Me vas matar!
Alfredo: Eso es justo lo que haré contigo. ¡Traidora! ¡Digna sobrina de Carlota Dos Santos tenías que ser! ¡Zorra! (Pegándole)
Estela le pega con una de sus rodillas a Alfredo en los genitales y aprovecha para salir corriendo mientras este cae al suelo adolorido por el golpe. La muchacha, con el rostro sangrando y herida, entra al despacho de la casa y le pone seguro a la puerta. Luego empieza a buscar desesperada en los cajones del escritorio. Alfredo empieza a golpear la puerta tratando de entrar.
Alfredo: (hablando desde afuera) ¡Sal de ahí, Estela! ¡Va a ser peor para ti si no sales!
Estela: ¿En dónde está? Estoy segura que por aquí hay una, pero ¿en dónde?
Estela sigue buscando en los estantes donde están ubicados algunos libros hasta que encuentra una pistola. En eso Alfredo logra tumbar la puerta y entra al despacho. Estela le apunta casi que temblando.
Estela: (histérica) ¡Atrás! Ni se te ocurra acercarte porque te mato, Alfredo. ¡Te mato!
Alfredo: (retrocediendo) No es necesario que llegues a esos extremos. No vayas a cometer una locura.
Estela: ¿Una locura? Hace unos segundos estabas dispuesto a matarme a golpes, desgraciado. ¿Y me dices que esto es una locura?
Alfredo: ¡Está bien! Me pasé! ¡Me cegué por la ira! ¡Baja la pistola!
Estela: ¿Sabes qué pretendía hacer? Obligarte a firmar un testamento que yo falsifiqué en el que me herederas un cincuenta por ciento de tus bienes al morir. Una lástima que todo me haya salido mal.
Alfredo: ¿Por qué? ¿Qué más quieres si eres un ídolo musical? Tienes fama, dinero, belleza.
Estela: (gritando) ¡Quiero más! Mucho más para ser poderosa, para que nadie tenga oportunidad de estar por encima de mí. ¡Para vengarme de cada bastardo que un pasado me humilló!
Alfredo: Estás enferma.
Estela: Para nada. Querer poder, dinero y venganza no es estar enferma. Es ser audaz. Tú sólo fuiste un instrumento que utilicé para escalar y darme un lugar. Ahora no te necesito, así que... (Le quita el seguro a la pistola)
Alfredo: (nervioso) ¿Qué estás haciendo, Estela? ¡Baja eso!
Estela: (apuntándole con el arma) ¡Muérete maldito!
La histérica muchacha dispara. La bala cae directo en el corazón de Alfredo. Este cae fulminado al piso. Estela se acerca a él y le lanza una mirada penetrante de desprecio, y como último acto, le dispara dos veces más en el pecho.
CONTINUARÁ...
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